23- Your last kiss

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Habían pasado varias horas, horas que quemaban como el mismísimo infierno, tanto que aquella pelea en la carrera ya le parecía tan lejana como si hubiese pasado un siglo. Tony caminaba de un lado a otro de aquel pasillo de hospital, con su ambiente tan blanco que resultaba enfermizo y aquellos cuadros que, intentando ser alegres, solo hacían más deprimente el lugar. Ya le habían dicho varias veces que debía descansar, que al menos se sentara, que el sobreviviría a eso con total seguridad. Pero no lo conseguía, no cuando había visto a la persona que más había amado nunca entrar al quirófano inconsciente, totalmente ensangrentado y con dos heridas que, de haber sido a otra persona, significarían una muerte segura, no cuando lo último que le había dicho era que nunca más quería volver a verlo, no cuando todo había sido su culpa.

Mientras más pensaba más nervioso se ponía, y más nerviosos ponía a todos los demás en la sala, quienes ya no sabían que decirle para que se calmara al menos un poco. Un hombre con ropa de cirujano salió del salón y el moreno prácticamente se catapulto sobre él

-¿Dígame como esta? No quedaran secuelas, ¿verdad?

-El Capitán Rogers se está recuperando apropiadamente. El suero de súper-soldado en su sistema lo ayudara a recuperarse de esas heridas que en ser humano normal hubiesen sido mortales, no tiene de que preocuparse.

Un suspiro se le escapó de los labios al genio, su mirada empañada, esta vez de felicidad.

-Muchísimas gracias señor, me asegurare de que le den una recompensa adecuada. ¿Puedo pasar a verlo? Por favor, necesito estar con el ahora mismo.

La verdad es que a todos en la sala les sorprendía un poco la actitud de Tony, estaba bien preocuparse pero… su forma de actuar mostraba desesperación.

-Aun está dormido, y lo mejor será que le permita descansar. Sin embargo, se le permite tener un acompañante. Así que puede pasar a verlo, está en la sala 307.

Tony no tuvo que escuchar mas, se dirigió a toda velocidad a esta sala. Al entrar se encontró una imagen que había visto mil veces antes, sin embargo nunca se cansaba de esta. El rubio descansaba pacíficamente, su respiración lenta y calmada era todo lo que se escuchaba en la habitación. Llevaba una sonrisa pequeña en el rostro, más bien un esbozo de esta. Estaba teniendo un sueño feliz, Tony se preguntaba si quizás soñaba con su vieja vida, o si por el contrario era él quien llenaba los sueños del súper-soldado.

Se sentó a su lado, en una pequeña silla que había junto a su cama. La habitación era bastante más confortable que aquel pasillo, sabía que era una de las mejores del hospital, había pagado por ello. Sin pensárselo mucho coloco su mano sobre la ajena, acariciando con cuidado el dorso de esta con su pulgar.

Tenía tantas cosas que decir en ese momento… pero ni siquiera sabía por dónde empezar, no podía planearlo, no lograba organizar nada coherente en su cabeza, y termino rindiéndose.
Aunque alguna parte de él, esa misma que antes le había rogado que se quedase callado, le decía que no sería necesario. Que cuando el rubio abriera los ojos y Tony se permitiera a sí mismo perderse en ese azul cristalino de su iris, las palabras saldrían por si solas. O quizás no, quizás no fuesen palabras, quizás fuesen solo besos, besos desesperados, cálidos  y suaves que curarían hasta la última de las heridas. No había forma de saberlo, no hasta que pasara.

Antes de darse cuenta, el silencio del lugar y la tranquilidad que emanaba en ese instante el cuerpo ajeno termino sumiéndolo en un sopor que relajaba sus músculos y cerraba sus parpados. Antes de darse cuenta había caído dormido, su cabeza reposando sobre sus manos unidas.

Las horas pasaron, implacables como siempre, y en un parpadeo ya la madrugada había cubierto la ciudad con su manto. Una vez más la luz de su eterna cómplice, la luna, se filtraba a través de las ventanas de la habitación.

Cuando Steve abrió los ojos, lo primero que se percato fue del peso extra sobre su mano. Aun no podía moverse del todo, su cuerpo seguía adolorido, pero era normal. Descubrir que al igual que el alcohol, la anestesia no conseguía hacerle efecto fue un momento duro para los doctores, y terriblemente doloroso para él. Sin embargo había resistido como todo un titán, no quería hacer el momento más difícil para los cirujanos. Respiro profundamente antes de intentar sentarse en la cama, lográndolo finalmente, pero despertando al moreno en el proceso.

Tony se levanto entre sorprendido y nervioso durante unos segundos, pero enseguida se percató de que el otro necesitaba ayuda, así que sin decir una palabra se dedico a hacerlo sentarse de la forma más suave y lenta que pudo.

Una vez estuvo acomodado, el más bajo se sentó a su lado, mirando al suelo. No tenía idea de cómo mirarle a la cara…no todavía.

-¿Estás bien? Lamento mucho no haber podido ayudar más pero… me dejaron fuera de combate.

No lo entendía, ¿Por qué, de todas las cosas que podría haberle preguntado, recriminado o gritado, lo primero que hacía era preocuparse de que estuviese bien? ¿Cómo se suponía que no se derritiera ante este hombre cuando, a pesar de todo el daño que le había hecho, seguía poniéndolo por delante de todo?

-E-estoy bien Steve. Gracias por preocuparte. ¿Y qué hay de ti?

-¿Me explicas ahora que es lo que sucede aquí dentro?-dijo, tocando el reactor que brillaba en el pecho del mas bajo.

- Es complicado Steve, no creo que lo entiendas. Además…no quiero hablar de ello…no de nuevo…no para que termine como  la última vez.

¿Han sentido alguna vez ese “no sé qué” que presiona en el pecho? ¿Ese “algo” que te hace tener ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo a quien sabe dónde? Así precisamente es como Tony se sentía en ese instante.

-Tony -Steve levantó la mano que antes había estado enlazada con la ajena, dejando una pequeña caricia en el rostro moreno del otro- No lo hará. Esta vez no reaccionare de forma violenta…me mantendré calmado. Yo… aun no estoy de acuerdo con que me lo hayas ocultado, y no entiendo tus razones…pero las acepto. Solo quiero que me permitas ayudar… que me dejes entrar a tu vida otra vez. Aunque sea inútil, aunque duela, déjame intentarlo.

El más bajo no consiguió decir nada mas, solo asintió débilmente y le dio una tierna sonrisa al otro, para después acercarse a su rostro, dejando un corto beso que supo a miel sobre los labios ajenos. Y entonces sucedió, sucedió eso que ambos sabían que pasaría. Sus labios volvieron a unirse, esta vez de forma salvaje, desesperada y inmortal.

Fue solo entonces cuando Steve lo entendió, entendió por primera vez lo que esos besos significaban, entendió por que había sido idiota desconfiar de los sentimientos de Tony. Había sido un completo idiota, si, porque no importaba nada antes de esto, no importaban todas aquellas estadísticas que decían que el amor nunca era infinito. No importaba que aquellos labios hubiesen sido probados mil veces antes, claro que no importaba, ¿A quién le importaba que persona hubiera robado el primer beso de los labios de Tony? Lo único que realmente importaba era eso, esa forma que tenía el moreno de aferrarse a él, la manera en la que se quedaban sin aliento tras cada beso, la mirada que podía mezclar mil emociones mientras se fijaba en el. ¿A quién le importaba que persona hubiera robado el primer beso de los labios de Tony? Si sería él quien tendría el último. Y no, no pensaba tenerlo pronto. No planeaba despedirse en un par de meses de Tony. Quizás después de unos sesenta o ochenta años mas de felicidad estaría listo para dejarle ir…pero ahora… de ninguna manera.

By your side || StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora