Incandescente

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En el mundo cada vez hay más niños que están en peligro.

En este momento existen más de ocho millones de pequeños sirios que temen por su vida. Muchos de ellos han perdidos su hogar, su ciudad, sus juguetes y también a su familia.

Han tenido que dejar atrás a las personas que más querían sin poder siquiera permitirse soltar una lágrima de tristeza.

Se enfrentan cada día al frío y desolador invierno, que rodea sus vidas desde hace demasiados meses.

Se encaran a diario con la brutalidad violencia emitida por unos desalmados que no se dan cuenta de que al igual que ellos son también seres humanos.

Ya se han acostumbrado a la falta de alimento caliente y sobre todo a la falta de cariño y afecto, a la carencia de unas manos que los calmen en los momentos que sienten que se desvanecen.

Luis Cepeda suspira en voz alta al leer la portada de La voz de Galicia, como acostumbra a hacer cada mañana de domingo. Pero esta vez no es capaz de terminarse el café con leche, la boca del estomago amenaza con obligarle a vomitar todo lo que ha ingerido como desayuno.

Odia la falta de empatía que abunda en el país, odia que nadie mueva un puto dedo para ayudar a todos aquellos que lo necesitan. Odia revivir con cada noticia lo que paso aquel 25 de diciembre de 2007. 

Y ojala no sentirse culpable, piensa para sus adentros.

Reprime las ganas de gritar y sale al balcón a encenderse un cigarro, aprovechando que todo el mundo duerme y no le echaran la bronca por ese mal habito que lleva con él mas tiempo del que pretende pronunciar en voz alta. Desliza su dedo rugoso sobre la rueda del mechero y admira durante unos segundos la llama y su color anaranjado, cada vez más intenso.

Con ese simple movimiento recuerda que todo puede cambiar en segundos...en minutos, sin previo aviso.

Y un día aunque te cueste creerlo levantarás la vista y verás que todo aquello que querías quedó destruido.

Convirtiendo todo a su paso en cenizas.

Dejándote a ti en llamas.

Y seguramente nadie pueda ayudarlo a extinguir del todo estas cenizas, que aun conservan el calor, porque como dice aquel refrán que su abuela repetía una y otra vez sentada en una antigua mecedora de mimbre... 

¨Donde hubo fuego, cenizas quedan¨.


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