Serendipia

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"Dícese de un hallazgo inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta."

Abre los ojos muy despacio por culpa de la luz que se cuela entre los pequeños huecos que la cortina no ha llegado a tapar. Claramente no debieron cerrarla bien la noche anterior cuando interrumpieron en la habitación empapados por la lluvia y sobre todo porque las manos estaban demasiado ocupadas en acariciar piel ajena.

Sus pequeños brazos siguen anclados a la cintura de Roi, Aitana observa ensimismada el movimiento tranquilo del pecho del joven, subiendo y bajando con una calma que inevitablemente la empuja a ella a volver a cerrar los ojos y acurrucarse aún más a él y al calor que desprende.

En la otra mitad de la cama, totalmente destapado Luis emite unos sutiles ronquidos que hacen sonreír a la catalana. Decide girarse para mirarlo con cautela antes de que se despierte. Sus rizos revueltos cubren parte de su frente algo sudada y sus hombros han dejado de lado la tensión que suelen acumular en el día a día.

Está tranquilo y no se ha despertado a gritos por culpa de las pesadillas que lo atormentan de vez en cuando y eso a Aitana le hace sonreír.

Aunque hay un detalle que no se le escapa, una de las manos de Luis ha sujetado durante toda la noche, con decisión, la camiseta morada que ella viste, evitando así que pueda alejarse mucho sin que él lo note.

A la catalana no le gusta demasiado compartir colchón, bueno con Amaia podría llegar a hacer una excepción. Suele moverse demasiado y pegar patadas sin ton ni son a todos aquellos que se atrevan a dormir con ella. Pero descansar en medio de dos de sus gallegos favoritos es algo que nunca dejará de fascinarle, la transporta directamente a su infancia donde los tres jugaban a esconderse bajo las sabanas blancas de la cama de Noemí e inventar mil y una historias.

Aburrida de dar vueltas y con las tripas rugiendo desde hace un buen rato, intenta escabullirse sin resultado alguno.

-Luis, suéltame la camiseta anda - susurra ella acariciándole los nudillos con delicadeza.

-No te vayas -dice aún dormido sin ni siquiera abrir los ojos para poder mirarla.

-Solo voy a la cocina a comer algo, sigue durmiendo.

Se levanta despacio no sin antes tapar a los dos gallegos que se han acercado el uno a otro de forma inconsciente buscando protección.

Y Aitana se muerde el labio inferior ante esa tierna imagen.

Aunque ese entusiasmo repentino le dura poco, exactamente desparece en el momento que descubre el cuerpo de Miguel sentado sobre una de las sillas que rodea con gracia la mesa de madera situada en el centro de la pequeña cocina.

Se apoya en el umbral de la puerta y lo observa tarareando una canción en inglés que ella no reconoce a la vez que se lleva una cuchara cargada de cereales a la boca.

No se lo piensa demasiado, abre la palma de la mano y la estampa contra su nuca, con bastante más fuerza de la que pretendía consiguiendo que el chico se lleve la mano al pecho y escupa todo el contenido que esperaba a ser tragado.

-¿Se puede saber qué coño te pasa Aitana? – interpela sin una pizca de amabilidad en su tono de voz.

-Te lo voy a decir una única vez - afirma elevando el mentón en un gesto de superioridad- Como vuelvas a asustar a Roi con una de tus historias te tragas uno de mis zapatos, ¿He sido lo suficientemente clara o quieres que te lo repita?

-¿Casi me desnucas por esa tontería? Aitana joder, que he estado a punto de atragantarme con un trozo de chocolate.

-Bueno, al menos sería una muerte extremadamente dulce – concluye caminando descalza en busca de algo que poder llevarse a la boca y calmar el rugir de su intestino - Tampoco seas exagerado que ha sido una simple colleja, pero de verdad te lo digo...déjalo en paz que sabes que luego lo pasa mal.

Incandescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora