Sonámbulo

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"Dícese de aquella persona que camina aún estando completamente dormida."

14-08-2005

El clima tórrido de Terrasa durante el verano es algo insoportable a lo que uno no se logra acostumbrar nunca. Eso piensa Noemí, totalmente sofocada y concentrada en la dura tarea de clavar un par de sombrillas en el jardín de casa para que a los pequeños no les de una insolación.

Se queja de vicio, cavila unos instantes después de tumbarse en la tumbona, colocando sus piernas estratégicamente para que los rayos del sol penetren en su piel. Recuerda el verano pasado, donde las tormentas y las lluvias fueron los protagonistas durante casi todo el mes de julio y no pretende volver a pasar por ese calvario. Aun no ha podido olvidar como se devanaba los sesos para inventar actividades, manualidades y juegos que entretuvieran durante el día a los mas de veinte niños que vivían en el centro. No fue tarea fácil, Noemí no estaba pasando su mejor momento, en realidad hacia casi cuatro años que no dejaba de torturarse por el accidente y la nueva medicación que su psicóloga le había recetado para ayudarla a superar la pérdida de su bebé la dejaba exhausta y sin ganas de levantarse de la cama, pero aun así, cada día hacía un terrible esfuerzo por salir de su habitación y sonreír, aunque el tono oscuro del cielo durante ese verano no ayudará demasiado.

La lluvia convirtió a los niños en pequeños monstruitos incapaces de ser controlados, las peleas entre ellos aumentaron al igual que los gritos y las malas palabras, también solían desobedecer las ordenes de los adultos, Noemi solía tener paciencia con ellos, Rubira todo lo contrario.

Así que prefiere mil veces la temperatura alta de esta temporada y las sonrisas cálidas de los niños chapoteando en el agua.

Miguel y Rubén llevan un buen rato haciendo carreras de obstáculos en el sendero del bosque, la mujer no los pierde de vista y de vez en cuando alza la voz para suplicarles o más bien exigirles que se acerquen más al terreno de la casa. Miguel desde lejos le hace gestos con la mano intentando transmitirle calma, acompañado también de una tos seca y continuada que lo obliga a sentarse por unos instantes interrumpiendo el juego.

-¿Miguel estas bien? – pregunta a gritos la mujer a punto de ponerse a correr hacia donde ellos se encuentran.

-Si, tranquila – responde desde la otra punta del jardín – Me he atragantado, solo es eso.

La pequeña Aitana de cinco años, juega con una muñeca bajo la sombra de un árbol a la vez que Ana se entretiene llenándole el pelo de trenzas. En cambio Amaia solloza desde la piscina, con ayuda de Roi y Cepeda está aprendiendo a nadar, aunque no es su punto fuerte.

-¡Noe! – Exclama desde el agua. La mujer levanta la barbilla para observar con mas detalle a la niña decorada con un flotador rojo y un manguito en cada uno de sus brazos. – Dile a Roi que no me haga agadillas.

-Ahogadillas, cielo – corrige con voz dulce a la niña – Es totalmente imposible que te ahogues, los manguitos y el flotador harán su trabajo, no te preocupes.

-Cepeda – susurra en voz baja llamando la atención al chico que ríe sin cesar – ¿Te colocas detrás para que no pueda hacerme pupa? Porfi – demanda la navarra alargando la última vocal, haciendo que Luis sonría ante la ternura que desprende la pequeña.

-Amaia, voy a colocarme en este extremo ¿Vale? Solo tienes que mover los brazos y las piernas al mismo tiempo – explica alejándose de la posición en la que se encontraba en un inicio – Se que puedes hacerlo, Roi estará a tu lado por si pasa algo.

La niña suspira agotada y se ajusta los manguitos a sus enclenques brazos, ya algo cansados. Se coloca exactamente como los mayores le han explicado y comienza a mover las extremidades intentando con todas sus fuerzas desplazarse hasta donde Cepeda la espera vitoreando por cada uno de sus avances.

Incandescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora