Incandescente

Sibilino

"Dicese de una persona con personalidad misteriosa que parece que encierra un secreto importante, que puede tener varios significados ocultos."

La llave coincide a la perfección en la cerradura oxidada del altillo, ese lugar en el que los seis se encuentran detenidos desde que al otro lado de la puerta escucharon la voz melódica de una mujer.

Es Aitana la que gira el utensilio y tira del pomo dorado, dejando a la vista una gran estancia, que se encuentra impecablemente decorada con piezas de hace varios siglos y que a simple vista parecen valer una gran fortuna.

En el centro de la habitación, junto a una diminuta ventana que da al tejado de la vivienda vislumbran una cama de matrimonio da madera oscura, vestida con un cobertor de color blanco con alguna que otra puntilla del mismo tono que le da a la estancia un tono romántico. Cuatro almohadones con las iniciales R.R terminan de adornar el colchón, no sin antes destacar la fina tela anudada al techo que cae con elegancia hasta el suelo.

La catalana abre los ojos de par en par al reconocer a una señora de cabellos infinitos sentada sobre una silla de terciopelo que hay frente al espejo dorado de la coqueta donde guarda todos sus productos de belleza.

Si la mujer se asombra al verlos allí lo oculta de manera excelente, ni siquiera ha apartado la mirada del peine que sostiene entre sus manos y que resbala sin problema entre los bucles cobrizos, logrando una trenza de raíz inmejorable que ella termina de engalanar con un broche de brillantes.

Luis sin apenas moverse del sitio da un vistazo por la alcoba, percatándose de un retrato familiar que tanto Aitana como él descubrieron antes de abandonar a las carreras Madrid. Un hombre con bigote retiene entre sus labios una pipa y con una de sus manos acaricia el hombro de una niña pequeña, a su lado una mujer carga entre sus brazos a un bebé rosado que la mira con adoración, a pesar de no tener mas de ocho meses.

Nunca tuvo dudas pero ahora mucho menos, la niña de la pintura es Rousse y el bebé Tinet.

Rousse sonríe con eficiencia al terminar la rutina capilar que lleva a cabo cada mañana, antes que los rayos de sol asomen por la claraboya. Pasa por sus labios un bálsamo de brillantes y roca en cuello y muñecas un perfume que su hermano le regalo ya hace un par de navidades. Jamás ha tenido más visitas que la de Tinet y el medico que se encarga de su tratamiento, el cual lleva días sin tomar, así que esta fascinada por tener la oportunidad de conocer gente nueva .

La exaltación se ve opacada durante una milésima de segundo al prestar atención por primera vez a los rostros de dos de las mujeres.

Ellas no pueden estar vivas.

-¡Dios mío! – exclama llevándose la mano al pecho, usando la otra para rozar la mejilla de la catalana – ¿Tatiana?¿Marina?.

Roi toquetea con los dedos la pistola que lleva guardada en la espalda de forma inconsciente. Pero el movimiento rápido de su mejor lo desconcentra, dejando el arma en la misma posición en la que se encontraba.

Luis se posiciona delante de las pequeñas del grupo colocando los brazos para que la mujer no pueda tocarlas, rozarlas y ni siquiera respirar el mismo aire que ellas.

-¿Señora que dice? – pregunta Roi acercándose un poco mas para poder cerrar la puerta y que nadie más escuche ese encuentro furtivo que están teniendo con una secuestrada a las seis de la mañana- Aitana y Amaia, esos son sus nombres.

-Claro, perdonadme es solo que me habéis recordado a alguien...bueno da igual, de verdad que siento mis modales – se disculpa tendiéndole la mano a las dos jóvenes – Y caballero, lo de señora se lo puede ahorrar.