Ataraxia

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"Dícese de aquella imperturbabilidad y o serenidad"

Luis se remueve incomodo sobre las sabanas que ya se encuentran totalmente arrugadas bajo su fibrosa espalda. Una nueva pesadilla ha acechado su tranquilo sueño, algo que hacía años que no le ocurría.

Si se concentra aún puede notar bajo sus pies la hierba mojada por culpa de la lluvia, el cansancio de su cuerpo y la complicada tarea de respirar con normalidad al subir la montaña.

También es capaz de reproducir en su mente el grito ahogado de Aitana cayéndose por un barranco.

Sus pasos cada vez más rápidos se acercaron al precipicio en cuestión de segundos, sus ojos viajan por todos lados buscando a la niña, pero allí no encontró nada más que un océano oscuro con gran oleaje.

Se despierta justo antes de lanzarse al vacío y seguirla. Empapado en sudor y con la respiración entrecortada.

No sabe si soñar con Aitana después de tantos tiempo significa algo, o simplemente es que hoy la echa de menos.

Como cada día de su puñetera existencia.

Durante la historia han existido personajes populares que, a partir de diferentes sueños, tuvieron visiones o premoniciones de algo que iba a ocurrir en un futuro próximo y eso les hizo cambiar su manera natural de actuar.

De hecho, Luis sabe que es muy típico soñar con la muerte de alguien conocido y que a posteriori, por casualidad o azar del destino, esa persona fallezca.

Podría ser también que el cerebro te pone en alerta antes de tal sufrimiento, como si un órgano pudiera ser mas inteligente que la propia vida.

Por ejemplo, el famoso escritor y humorista Mark Twain soñó una noche con el velatorio de su hermano pequeño, su cuerpo, dentro de un ataúd con un ramo de flores blancas, esa misma escena se repetía una y otra vez en su mente hasta que consiguió abrir los ojos.

Su hermano falleció poco después y su ataúd y flores eran exactamente iguales que las del sueño.

¿Azar o presagio?

Da un poco igual porque Aitana está muerta, así que entiende que soñar con su perdida solo sirve para que la herida de su corazón se abra de nuevo, aunque puede ser que nunca haya curado del todo. Y eso que se ha esforzado.

Son las seis y media de la mañana y apenas se perciben los rayos de sol a través de las persianas, la ciudad de Madrid acaba de despertar. A Cepeda le cuesta mantener los ojos abiertos, y odia a su tozudez por insistir en quedarse despierto hasta bien pasada la media noche intentando sacar con la guitarra los acordes de la nueva canción de James Arthur.

Guitarra que ahora reposa sobre la alfombra de su habitación, junto con la ropa del día anterior. Debe levantarse ya sino quiere que Miriam le eche la bronca por armar tal desastre.

Aprovecha la tranquilidad y la calma inusual que hay a esas horas en casa y dedica un poco mas de tiempo debajo del chorro de agua caliente que la ducha le está proporcionando.

Aun no es capaz de mantener del todo los párpados levantados, pero el olor a café recién hecho le da la fuerza necesaria para aprovechar el día que les espera. Café con leche, mucha espuma y dos cucharitas de azúcar moreno. La mejor pócima para sobrevivir a la ajetreada rutina madrileña.

Si a eso le sumamos que el periódico descansa sobre el felpudo de la entrada, Luis no puede hacer otra cosa que sonreír.

Pequeños placeres de la vida que le hacen feliz.

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