Luminiscencia

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Dícese de aquella propiedad que posee un cuerpo para emitir una débil ráfaga de luz, visible en la oscuridad.

24-12-2007

Noemí limpia una lágrima de su mejilla cada vez que guarda una prenda en su vieja maleta. Le atormenta que haya llegado tan rápido el día en el que tiene que abandonar el trabajo que tan feliz la ha hecho durante años, pero sabe que no pude soportar ni un minuto mas el vivir bajo las ordenes de Rubira.

La mujer tiene que tomar asiento sobre el colchón al descubrir en el fondo del cajón, donde su ropa interior aun está perfectamente ordenada, un par de fotografías junto con un pequeño álbum cubierto de cuero marrón.

Con ayuda de la manga de su jersey rojo, elimina el polvo que cubre el objeto para descubrir la instantánea que la hace volver a sollozar como un animal recién herido.

Fue hace un par de navidades en el comedor de la casa que aun sigue siendo hogar, o mas bien es hogar por las personas que viven en ella.

No puede evitar soltar una carcajada al observar los rostros angelicales de sus niños, tan pequeños e inocentes. Acaricia con premura el pelo largo que Luis se empeñó en llevar y que ella tanto disfruto en rapar unos cuantos meses más tarde y vuelve a llorar al descubrir la boca abierta de par en par de las dos más pequeñas, con algún que otro hueco en su dentadura.

No puede dejar ese recuerdo allí así que antes de que se le olvide esconde la fotografía en su neceser. La otra fotografía consigue que la bilis suba hasta la zona de la garganta donde tiene que hacer grandes esfuerzos por no vomitar el almuerzo que ha ingerido hace unas pocas horas.

Le cuesta reconocerse, su pelo de hace ocho años estaba ligeramente mas largo y oscuro. Sus ojos brillaban mucho.

Su corazón se hace añicos al ver como la joven Noemí mira con admiración y ternura a Rubira. La sonrisa de ambos le dan ganas de arrancarse los pelos uno a uno.

Aquellas fueron sus primeras y últimas vacaciones.

Se estira hasta dejar sin cuidado alguno el retrato de ambos sobre el tocador, ese que él le regalo en uno de los cumpleaños que pasaron juntos. Juntos y enamorados. Por lo menos por su parte. Ahora duda de que el hombre arrogante que merodea a diario por el despacho, sea el mismo del que ella se enamora un tiempo atrás.

Lleva muchos años sin ser capaz de abrir el pequeño cuaderno de cuero que se mantiene sobre sus rodillas, ella misma admite que si quiere empezar una nueva vida muy lejos de allí tiene todo el derecho a recrearse durante unos minutos en esos momentos donde alguna vez fue plenamente feliz. Es lo más lógico, piensa.

Inconscientemente tiene la necesidad imperiosa de llevarse las manos al pecho para aliviar el dolor que le produce recordar el pasado, también ve necesario morder el interior de las mejillas y ahogar así un grito de angustia que amenazaba con escapar de sus cuerdas vocales al reconocer el patuco mal tejido que ella mismo intentó bordar con lana verde durante el sexto mes de embarazo.

Solo le dio tiempo a coser uno y eso sigue matándola por dentro.

Pasea sus dedos por cada uno de los recuerdos. Las ecografías siguen intactas y el lazo de seda rojo, que compró en la mercería del pueblo para decorar la pequeña mano de su futuro hijo el día que este se decidiese a nacer, aun se mantiene de un color intacto.

Lo último que pudo guardar fue una foto que Roi disparó con la cámara que su padre le había dejado en herencia, en ella se dibuja el semblante risueño de una joven Noemí sentada en el césped de los grandes jardines de la casa, con una pequeña Ana de diez años en brazos y una gran barriga asomándose a través del vestido floral favorito de la joven.

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