Melodía

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"Dícese de la sucesión lineal ordenada y coherente de sonidos musicales de diferente altura que forman una unidad estructurada con sentido musical, independiente del acompañamiento"

Aitana descansa sobre la cama de matrimonio que hay en la habitación, lleva vagando por la estancia sin saber que hacer desde hace un buen rato, pensando en el sinfín de emociones que la exaltan cada día desde hace más de tres meses. Se siente tentada a coger el móvil y mandarle un mensaje a Luis para poder hablar sobre todo lo ocurrido, pero su orgullo le impide hacerlo, así que se dedica a observar las paredes que la envuelven, pero que están muy lejos de hacerla sentir en casa. El olor a su infancia es algo que no ha cambiado, ese batiburrillo a comida casera, leña y lavanda de los campos de aldeas cercanas es algo para lo que ella no se había preparado. Necesita meterse en la ducha, bajo un chorro de agua caliente, antes de que el aroma se impregne por completo en todas sus prendas de ropa.

Antes de adentrase en el servicio se queda prendada de la silueta de los columpios que hay situados en el jardín, los mismos que tantas veces utilizó para jugar con sus amigos. Esos mismos que ahora se balancean de forma pausada sin haber nadie allí. Aitana relaciona el movimiento con el aire que atiza al pueblo desde que llegaron, porque si piensa en otras alternativas pensaría que es la protagonista de cualquier película de terror a los que ella teme desde que no levantaba ni un palmo del suelo.

Pero aun así no puede controlar la agitación de su respiración, ni tampoco el movimiento frenético de su pierna izquierda y mucho menos el impulso que la obliga a estampar uno de sus puños contra la pared, logrando arrancarle un gruñido de dolor.

-Joder – se queja por el dolor agudo pero también por la sensación de estar volviéndose más débil por segundos y ella no quiere eso. Aitana es una mujer fuerte, lo fue siempre, desde el momento en el que tuvo que enfrentarse a la muerte de sus dos padres y el repentino traslado a una casa con otros niños que se encontraban en la misma condición que ella, creció llena de inseguridades y temores a los que supo encararse con una sonrisa, trabajó duro para conseguir todo aquello que se proponía. No puede dejar que un maldito pueblo de pacotilla la destruya de esa forma.

Sale al balcón enfurruñada, acariciando con mimo su mano dolorida y revolviéndose el pelo en un moño mal hecho. Necesita llorar o cantar, necesita algo que le ayude a calmarse por lo que de forma autómata entona una de sus canciones favoritas. Cierra los ojos con fuerza deseando que el columpio pare de moverse antes de que su salud mental caiga en picado de forma estrepitosa.

-Es solo el aire – repite para sí misma asegurándose un par de veces que en el jardín no hay nadie debido a las altas horas de la noche y la bajada de temperaturas que inunda a toda Cataluña.

Aitana se acuerda de la primera noche que pasó en esa casa, Amaia y ella llegaron juntas a Terrasa y no se soltaron de la mano durante todo el día, no comieron, tampoco cenaron y apenas se movieron la una del lado de la otra. Cuando pensaban que ya había pasado lo peor, llegó la noche y con ella un montón de ruidos que venían directos del bosque y que a unas niñas de cuatro años las aterrorizaba por completo impidiéndoles cerrar los ojos en busca de soñar con algo bonito.

-Podemos escondernos aquí debajo – había dicho la pamplonica, refiriéndose a que podían usar de escondite el hueco entre la ventana y la cama que se la había asignado a la catalana – Los monstruos no podrán cogernos si no nos ven.

-¿Y si Tinet se enfada con nosotras? – preguntó la pequeña acurrucándose bajo la cama dejando solo a la vista los pies calzados por unas zapatillas con orejas de conejo -No me guta ese señor y no quiero que se mi nuevo papá.

-A mi tapoco me guta nada de nada, pero Noemi es buena – reflexionó la niña enredando sus dedos en los tirabuzones que nadie le ha peinado desde que su madre se fue y que ella no consigue desenredar – No encuentro a Trompi, igual se ha perdido en la estación de tren.

Incandescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora