Capítulo 33

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Mi teléfono suena y dejo mi taza de té sobre la mesa para tomarlo. Si hay algo que me gusta muchísimo es el té. En mi casa siempre habrá variedades de ellos, me encantan, es de mis cosas favoritas de la vida desde que soy pequeña.

Hola, princesa—sonrío al escuchar la voz de Theo. Mierda, no sonrías como una tonta enamorada, estúpida.

—Hola, Theo. ¿Cómo va todo por allá?—contesto.

Bastante tranquilas, por suerte. Pero las cosas están yendo lentas porque los italianos tienen problemas con los franceces, así que supongo que nos quedaremos una semana mas—me lo puedo imaginar haciendo una mueca de disgusto desde el otro lado de la línea—¿y tú, como estas mi amor?—sonrío más al escuchar su apodo. ¿Cómo estoy? Pues, embarazada. Pienso, pero no se lo digo. No creo que sea una buena idea anunciar un embarazo por teléfono.

—Bien, aunque extrañando que vengas a visitarme todos los días—me río y él también lo hace. Y es verdad. Cuando estaba aquí, venía todos los días a mi casa con un desayuno. Se aprendió mi horario para no despertarme, algo que por lo menos yo, considero bastante lindo y tierno—Avísame cuando vengas, necesito verte.

Necesito decirte que estoy embarazada, que seremos padres y que podremos formar una familia juntos. Como quisiste desde un principio. Sigo pensando, pero gracias a dios no lo digo.

Yo también. Te extraño muchísimo y necesito verte...—iba a seguir hablando cuando se escuchan voces del otro lado de la línea—Debo irme, princesa, pero luego te escribo. Cuidate, te quiero.

Cuelga sin dejarme contestar a su confesión. Te quiero. Lo se, Theo, yo también lo hago. Suelto un suspiro y dejo el teléfono sobre la mesa para seguir desayunando.

—No se lo dirás apenas regrese, ¿o si?—pregunta Marina.

—No lo sé, es que... no sé ni siquiera como decírselo. Probablemente, mi bocota lo haga en el momento menos oportuno.

—No hay un momento perfecto para nada, Amaia. Tarde o temprano lo sabrá. Digo, en un embarazo, con el tiempo, te crece la panza—dice Dominik frente a mi en mesa. Ruedo los ojos ante su comentario.

—Lo sé, la idea no es que se entere mientras me ve todos los días duramte nueve meses, pero gracias por tu ayuda hermano—Dom me muestra su gran sonrisa.

—Es lindo cuando me dices hermano, hermana.

Le tiro el repasador y él me lo devuelve del mismo modo.

—¿Puedes pasear a Saddie mientras no estoy?—me pregunta Dominik y asiento.

Saddie es un perro Doberman negro. Es bastante grande y aprendió a aceptarme con el tiempo ya que antes me odiaba. Esta muy bien entrenado y ahora parece quererme, es tan parecido a su dueño. Cuando lo ves te da miedo pero cuando lo conoces y pasas tiempo con él, es un santo. Pero sólo si no quieres atacar a su dueño i eres un mal hombre, porque sino te ataca.

—Ahora ya lo quiero, es un santo. Bueno, lo es ahora que no me odia y me mira mal.

—Los perros no miran mal.

—El tuyo si, me detestaba. Oh, mira igual que tú.

—Amaia, ¡Estás hablando de un perro!

—¿Y qué? Me odiaba de todos modos. Juro que cuando me veía, sacaba sus dientes.

—Ajá. Bueno, entonces agradece que no le hablé mal de ti, porque sino ya estarías muerta.

Lo miro con mi boca abierta y expresión indignada. Le saco el dedo del medio y me levanto de la mesa mientras él se ríe.

—Dame las llaves, iré ahora—estiro mi mano y él coloca las llaves de su casa en ésta—vuelvo en un rato, no me extrañen.

Salgo de mi casa y voy a la de Dominik. Cuando entro, tomo la correa de Saddie que están colgadas a un lado de la puerta y lo llamo. Se acerca corriendo y salta cuando me ve.

—Así que era toda una fechada. Yo se que me amas, dime Saddie, ¿quién no lo hace?—bromeo con el perro quien mueve la cabeza a un lado y al otro como si no entendiera lo que digo.

Me palmeo mentalmente por eso. Pero bueno, ¿Quién no le habla a su perro? Salgo de la casa con Saddie atado a la correa y las llaves de las dos casas en el bolsillo de mis vaqueros. Hoy hace un poco de frío pero es soportable con sólo una remera. Camino dos cuadras hasta llegar a una plaza en la cual los vecinos siempre traen a sus perros y a sus hijos.

Me siento en un banco mientras Saddie juega frente a mi. Hay varias familias y me sorprende que hayan niños a esta hora del día, cualquiera seguiría durmiendo. Hay varios paseadores de perros y éstos juegan entre ellos. Saddie tiene un amigo, según me dijo Dominik, y parece ser que ya llegó porque están jugando ahora mismo. También es un Doberman pero éste es negro con manchas marrones. Minutos después, alguien se sienta a mi lado. Puedo percibir la colonia masculina y sonrío al notar quien es. La colonia masculina es mi debilidad, puedo reconocer gente con sólo oler.

—Te habías tardado en aparecer. Ya estaba empezando a pensar que estabas muerto—bromeo y giro un poco mi cabeza para ver a Patrick mirando a su perro.

—Fleury es un gran amigo de Saddie. Parece ponerse contento cuando lo ve—alzo una ceja.

—Con que Fleury es el amigo misterioso de Saddie.

—¿Cómo has estado, princesa?—pregunta Patt, mirándome a los ojos por primera vez desde que llegó.

—Bien, las cosas estuvieron tranquilas. Mi corazón está bien, por si te lo preguntabas también. No he tenido ataques ni dolores. Bueno, dolores un poco.

—Me alegra que me lo digas. Lamento no haberte cuidado ni haber estado contigo estas semanas—se lamenta.

—Lo sé, tranquilo. ¿Por que desapareciste?

—Connor estuvo con algunos problemas y estuve ayudándole. Ya está todo bien por suerte—nos sumimos en un cómodo silencio mientras vemos a las mascotas jugar. ¿Debería decirle...?

—Estoy embarazada—suelto sin pensar y me golpeo internamente por ser tan estúpida y decirlo de ese modo. Patrick gira su cabeza tan bruscamente que siento que se rompió alguna parte de su cuello al movimiento.

Su rostro no muestra ningún tipo de expresión y eso me da miedo. Creo que... No, definitivamente no fue el modo de decirlo. Genial Amaia, lo estas haciendo muy bien.
 
 
 
***
 
 
En multimedia tenemos a Saddie, sólo imaginenselo todo negro. Y exactamente el de la foto, es Fleury, el perro de Patrick.

Hola amores!!! Nueva actualización hoy para ustedes con un capítulo bastante tranquilo. Aunque... a Amaia se le fue un poco de las manos el tema del embarazo, pero vamos bien.

Aviso que cada vez falta muy poco para el final de esta intensa y grandiosa historia. Más cosas saldrán a la luz y nuevos problemas se avecinan y eso... No es tan normal, ¿o si?

Disfruten de su lectura bebés, besoooosssss

Amaia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora