Capítulo 8

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Escucho el timbre de mi casa y bajo las escaleras para dirigirme a la puerta. Cuando abro, me encuentro con Theo. Está vestido de traje negro que lo hace lucir muy bien, resaltando sus músculos. Me mira de arriba a abajo y sonríe.

—Estas hermosa esta noche... Bueno, y todos los días también.

Sonrío y lo observo del mismo modo en el que él me miraba.

—Gracias, digo lo mismo.

Paso por su lado y me dirijo a su auto. Llevo puesto un vestido largo de color azul marino que resalta mis curvas. Tiene una abertura en la pierna derecha y espalda descubierta.

Subo al asiento copiloto y cuando él sube a mi lado, arranca. Llegamos en menos de veinte minutos a un gran salón. Bajamos y él se une a mi lado para entrar juntos. Coloca su mano en mi espalda baja y me da un empujoncito para empezar a caminar. En la puerta hay un hombre mayor con un lista de nombres, Theo dice el nuestro y entramos.

Él lugar está lleno de gente vestida muy elegante. Está decorado muy bien, todo es de color dorado, los colgantes, las cortinas y luces combinan entre ellas dando un aspecto elegante y sofisticado al lugar. Pasan camareros entre los invitados con bandejas de copas. A nuestro lado pasa uno, y Theo y yo tomamos una copa cada uno. Él toma mi cintura y avanzamos hacia un grupo de hombres vestidos de traje.

—Buenas noches, caballeros—se anuncia mi acompañante. Ellos se voltean y observan a Theo, como si buscaran algo que no logro descifrar.

—Buenas noches, hombre. ¿Dónde está Nate?—pregunta el único rubio del grupo.

—No pudo presentarse ésta noche, pero vengo en representación de ambos—los caballeros me observan de pies a cabeza.

—¿Quién es la bella dama?—suelta uno de ellos. Theo tensa su mano en mi cintura.

—Ella es Amaia, mi mujer.

Me sorprendo de su comentario pero no lo demuestro, me mantengo inexpresiva y asiento con la cabeza hacia ellos en modo de saludo. La verdad, me esperaba que él soltara algún tipo de comentario así en algún momento de la noche, no necesitaba a una mujer a su lado por nada. De todos modos, no me molesta, varias veces tuve que fingir ser la mujer de uno de los chicos en ocasiones importantes.

—Bien, ¿vamos al tema de negocios o van a seguir mirando de forma inapropiada a MI mujer?—hace énfasis en el mi.

Se disculpan y emprenden camino hacia una puerta que se encuentra al costado del salón. Por lo que puedo observar, es el jardín del lugar. Antes de irse, Theo me dice:

—Quédate aquí, hablaré con ellos y nos iremos.

—De acuerdo. No tardes mucho, esta gente no me gusta.

Él asiente y va detrás de los hombres con los que anteriormente hablaba. Camino recorriendo el lugar, hace mucho que no venía a eventos como este. Ya recuerdo porque los odiaba. La gente sólo chismorrea y actúa falsamente frente a otros. Se nota con sólo mirarlos, es odioso. Sigo caminando y observo un cuadro que se encuentra colgado en una de las paredes.

La pintura tiene un fondo dorado(como la decoración), arriba del lado izquierdo puede observarse lo que parece un sol y hay un río. En el centro del río hay una piedra donde se encuentra arrodillada una persona con... ¿eso son alas?

—Si, esas son alas. ¿Gran pintura no es así?—volteo y observo a un hombre mayor. Ronda los cuarenta y pico de años. Me observa con una sonrisa de felicidad. ¿y a este qué?

—Oh... Gracias, me estaba preguntando eso exactamente—le doy una sonrisa de boca cerrada y me volteo con la intención de irme, pero me detengo al escucharlo.

—Amaia...

—¿Disculpe?—Me doy la vuelta.

—Oh—Se ríe—. No vas a decirme que no recuerdas quien soy, ¿o si?—lo miro confusa y en mi interior, estoy debatiendome entre correr o escuchar lo que tiene que decir aquel hombre. La idea de alejarme me resulta más interesante.

—Disculpe, pero no de se que me habla señor. No se quien es usted, ni que pretenda pero...—me interrumpe.

—El que solia olvidarse de las cosas era yo. Vamos Maia, no me dirás que te olvidaste de este viejo.

Extiende sus brazos esperando que me acerque y yo me quedo estática en mi lugar. Maia... las únicas personas que me llamaban así eran mi padre, mi madre y... Abro los ojos como platos al notarlo y mi boca se abre ligeramente.

—Patrick...

Sonríe y me abraza. No le correspondo porque todavía estoy procesando la información. Patrick es, bueno era, el mejor amigo de mi padre. Él fue mi segundo padre desde que nací, no se como pude no reconocerlo, que tonta.

—Hace tanto no te veía... Te extrañe, princesa—abro y cierro mi boca varias veces sin lograr que las palabras salgan de mi boca.

—También te extrañé.

Iba a acercarme a Patrick cuando alguien toma bruscamente de mi brazo y comienza a arrastrarme a la salida. Theo está visiblemente enojado y no le importa que varias personas volteen a vernos. Veo por última vez a Patrick antes de perderlo de vista al salir del salón. Me arrastra hasta el auto y me empuja al asiento del copiloto. Me siento y me cruzo de brazos, esperando a que se suba.

Cuando lo hace, está por arrancar el auto cuando lo detengo.

—¿Qué demonios te sucede? No puedes arrastrarme así porque se te da la gana.

—Dije que me esperaras.

—¿Cuál es tu problema?

Me mira mal y se queda callado. Hago señas presionandolo para que hable y suspira.

—El negocio está saliendo terriblemente mal. Uno de ellos es un ruso que era socio de Jack, se enteró de su muerte y supone que yo tengo algo que ver por lo sucedido con el robo. Presiento que nada bueno va a salir de esto, realmente vamos a tener problemas con los rusos por lo de la muerte del imbécil.

Pongo mi mano en su pierna y presiono mis dedos contra ésta.

—Vamos a destruirlos a todos, como siempre hicimos. No creo que sea problema.

—No tenes idea...

Segundos después toma mi mentón y besa mis labios bruscamente. Parpadeo confundida y le sigo el beso que no dura ni un minuto cuando él me suelta y arranca el auto para dirigirnos de vuelta a casa.

No se que le sucede, últimamente está bastante cerca mío. Eso me inquieta, porque no se que pretende y no se si quiera descubrirlo.

 

 

 








Amaia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora