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El camino al infierno se debe sentir menos inquietante que esta situación.

Los pasillos se deterioran mediante avanzo, no sé porque tienen el salón de detención en la planta subterránea, al parecer querían hacerte sentir como si estuvieras en una jodida película de terror, caminando por pasillos en donde no sabes por cual puerta te va a aparecer la mujer del exorcista.

He logrado sobrevivir una jornada escolar completa infiltrada en diversos lugares del instituto, pero ahora queda la última pieza para cerrar el día; Detención...

—Vaya entrada~

Me detengo frente a la puerta con un cartel visible hasta para un miope, viendo lo desgastada y demacrada que se encuentra la simple puerta. Es como estar en frente del cuarto de castigo de la señora Tronchatoro. Miro el pomo de la puerta con miedo de ver que encuentro allá dentro, la entrada no da nada bueno que esperar al respecto.

—Sólo es una hora; entras, te sientas y no haces nada más que respirar por una sola hora, luego ya te vas —suena fácil, práctico y rápido, pero sé que me complicaré muchísimo una vez entre en lo que parece ser las puertas al inframundo—. Con Permiso —al poner un pie dentro del salón, la quijada se me cayó al suelo a causa de la sorpresa, esto parece un manicomio de fantasía, en donde te logras orinar al solo saber que irás.

Las luces se encuentran en un bajo muy deprimente, al ser parte del sótano, tiene ventanas de líneas por arriba en las paredes, pero al parecer ninguna coopera con sacar el olor a muerto que hay en esta aula. Cada banco está hecho trizas de una forma única, por supuesto.

Al menos se dignaron en darle personificación a cada banco...

Solo hay tres estudiantes más en este salón.

Una chica la cual revisa su celular sin importarle nada ni nadie a su alrededor, mientras mastica chicle sometida dentro de su mundo.

Un chico el cual duerme plácidamente sobre la mesa cubriendo toda su cabeza con la sudadera que lleva.

Y por último un chico con apariencia poco fiable el cual, me ha amenazado con la mirada desde que puse pie dentro. El profesor que asesora este castigo al parecer le vale tres cuartos de mierda ver que hacen sus alumnos, lee el diario lamiendo de vez en cuando su dedo para pasar página de forma más fácil y rápida.

—Tome asiento y no haga ruido hasta que acabe la hora —sin siquiera mirarme, sigue en su entretenimiento.

En la pizarra la hora de inicio y término está escrita en grandes pero desarmados números.

Caminando con cuidado, busco el puesto más aislado para estar entre toda esta gente, ahora lo que menos necesito es un problema con alguno de aquí.

El problema es que entre esos tres sujetos, el puesto más aislado está pasando tras el tipo con apariencia ruda y mi pánico de irrumpir siquiera 1 metro de su espacio personal me pone completamente en alerta.

Solo pasa rápido, tampoco te vas a orinar del miedo al hacerlo, cobarde.

Tomando el valor para dejar a mi gallina interior a un lado, paso por el lado del sujeto evitando acercarme más de lo que ya debo.

Para mi desgracia, no encuentra nada mejor que seguirme el paso con la mirada seguramente despreciándome como escoria de la vida.

Tomo asiento rápidamente recuperando el aire que aguante al pasar por su lado, quien sabe, tal vez le hubiera molestado mi respiración cerca.

No sé qué diablos hacer para matar el tiempo de forma rápida, el celular sería mi opción, pero en todo el tiempo que me escondí, me mantuve jugando, gastando así casi toda la batería en cosa de abrir y cerrar ojos, ese siete por ciento es para emergencias, en caso de que la jefa de la casa se le ocurra llamarme. No contestar una llamada de mamá significa muerte segura.

B i g  B o y      © (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora