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Apenas llegamos al instituto, Suni se nos acercó con el mismo asombro que tuve yo al ver esa motocicleta por primera vez.

No tardó en hacerle una sesión de preguntas al pobre Minho, aun creyendo que era una broma montada por ambos.

En el instante que comenzó a sacudir como trapo a nuestro pelirrojo amigo, decidí tomar distancia e irme por mi propia cuenta. Si me mantenía ahí, luego vendría por mí a cuestionarme y sacudirme de un lado a otro como juguete de guardería.

Camino con los audífonos puestos, apreciando con calma lo bien que se siente llegar a la hora. Tengo toda la calma del mundo para pasear al paso de una tortuga mientras disfruto de mi música.

Los pasillos aún no se infestan de estudiantes y eso me permite ir a gusto por doquier.

Saco las cosas necesarias de mi taquilla.

Ya con todo listo, me preparo para cerrarla e ir a mi clase, pero alguien se me adelanta cerrando de golpe la puerta por mí. Gracias al susto mi corazón se dispone a latir como si hubiese hecho zumba con el curso de mamá, pero me esfuerzo en mantener la cara de friki antisocial que tanto me distingue y cargo con orgullo.

Un grupo de cinco chicas me observan con enfado y poca tolerancia. Me doy el tiempo de memorizar alguna metida de pata que haya hecho y que yo recuerde, no he interactuado ni estorbado a nadie en el camino como para que me observen como si fuese una real desgracia allí metida.

Una de las chicas con apariencia de poca paciencia y una altura distintiva, me quita bruscamente el audífono de la oreja.

—Oye, oye —alzo las manos para obligarla a que tome un poco de distancia— con mis audífonos si que no, si quieres algo me lo pides y ya.

No tenía intenciones en molestarme, mi plan era ignorarlas y seguir con mi camino, pero nadie se mete con mis preciados audífonos. Me aseguro en poner la voz más fría e indiferente que puedo hacer pero el papel de intimidante definitivamente le queda mucho mejor a otros.

Enseguida una de ellas me extiende una carta con estampilla de corazón la cual suelta un olor a lavanda parecido al limpia pisos que mamá utiliza en casa.

Ahora comprendo a qué se debe su indeseada visita, al parecer son parte de las chicas que babean por el vagabundo de mi hermano, ya es costumbre que me utilicen de mensajería del amor o cartera estrella.

Debería llevar puesta una placa que diga: Buzón del amor y la amistad.

A eso le agrego unos pañales de bebé, unas alas de ángel y un arco y flecha y ya estoy realmente preparada para repartir cartas por todo el mundo

—Saben que estamos en el siglo XXI, la tecnología existe —observo la carta refiriéndome a lo fácil que sería simplemente enviarle un mensaje de texto o algo por el estilo —. Digo, lindo detalle igualmente darte el tiempo para escribirle una carta a alguien que con suerte lee las reglas de sus videojuegos, pero para ese caso tú misma podrías entregarle tú propia carta...

—Mira Kim, has esto más rápido y solamente entrega la carta ¿si?

La chica alta con apariencia de tener una fuerza más brutal que la de Suni se adelanta un paso con intenciones de intimidarme, pero solamente me causan más desagrado e irritación.

—Hmm —me sujetó la barbilla fingiendo pensar una respuesta obvia—. Lamento informarles queridas clientas, pero mis días de cupido acabaron —les doy una sonrisa de lamento y le tiendo la carta de vuelta— lo lamento mucho, tendrás que armarte de suficientes ovarios para atreverte a darle una simple carta, tampoco es que mi hermano se Brad Pitt como para intimidar tanto.

B i g  B o y      © (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora