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Taehyung y el mejor café de Busan.

—Bueno, bueno. ¿Quién pagará por esto ahora? — me voltee a la voz que hablaba. El mozo me miraba con media sonrisa y una ceja alzada.
Miré al rededor y el tal Jimin no estaba, por lo que alegremente accedí a pagar.

—¿Cuánto es?

—Un café, 15.

—¿Todo eso por un café?

—El mejor de Busan —guiñó su ojo.

Reí por la ocurrencia. —Okey —saqué mi billetera y el dinero, entregandoselo.

—Gracias. — me miró con intriga. —¿Eres nuevo en la ciudad? No reconozco tu rostro.

—Lo soy —dije sonriente. — Estoy aquí hace una semana. —Así era, y estaba manteniendome con lo ahorrado del trabajo en la anterior ciudad, pero pronto necesitaria otro trabajo aquí. —Por cierto, estoy buscando empleo —No es cierto, recién me acordé —¿sabrías de alguno?

—Sé de uno muy bueno, se llama ser mozo, se necesita en el café SeokSeok.

Levanté mis cejas y miré hacia el cartelon del café, "Coffee SeokSeok", reí. —¿Necesitan empleados?

—Demonios que sí. Imaginate que el dueño sea el que tenga que atender. —suspiró.

—Entonces, es el dueño. –deduje.

—El mismo —sonrió. —tengo dos empleados más, pero uno está de vacaciones y el otro viene cuando quiere. —rió cansado —¿crees que estoy siendo muy blando al dejar que éste último haga lo que quiera?

—No lo sé. No quiero meterme en esas cosas —aunque sí, creo que está siendo muy permisivo.

—Como sea, él también es el otro dueño, por lo que no puedo decir mucho. ¿Te gustaría entonces? ¿Trabajar aquí?

—¡Me encantaría!

—¡Pues, muévete! ¡Empiezas ya mismo!

—¡Ah, ah! ¡Soy Kim Taehyung!

—Kim Seokjin.

Nunca me imaginé encontrar un trabajo así de rápido. Este Jin era muy confianzudo y algo en él me recordaba a mi amiga la alpaca. Tal vez sea ese pañuelo rojo que usa, es parte del uniforme de la cafetería y como yo aún no tengo uno para mí, me entregó un pañuelo también.

A pesar de que mi familia es adinerada, mis padres inculcaron en mí el valor del trabajo y lo hermoso que es que te recompensen por el propio esfuerzo, por lo que siempre me gustó tener uno.
Este empleo me encantó desde el primer momento. Soy naturalmente sociable y por lo que veo, este café es muy recurrido. La gente es amable y educada. Me agrada.

Ahora no había mucho que hacer ya que todos tenían su pedido, por lo que estaba en el mostrador, mirando hacia afuera por el ventanal por las dudas de que algún criente de ahí necesitara algo.

Mi sonrisa fue enorme al verlo entrar por la puerta. Pero no me sorprendió para nada, después de todo, yo sabía que esto pasaría.

—No puede ser. ¡¿Desde cuándo trabajas aquí?!

—Acabo de conseguir el empleo. —sonreí avergonzado.

Suspiró — Como sea, dejé un café sin pagar, ¿15?

—No te preocupes, ya lo pagué.

—¡¿Qué?! ¿Por qué hiciste eso? ¡Tú no tenías porqué!

— No había problema, justo tenía cambio. —la sonrisa no se esfumaba de mi cara.

—Me irritas, me irritas tú, tu simpleza y tu tonta sonrisa. ¡¿Por qué rayos sigues sonriendo?!

—¿No crees en el destino?

—No... Bueno, a veces. No lo sé, ¿qué importa?

—Al final, sí terminaste viniendo a mi.

—¡Vine al café! ¡Siempre vengo a éste café!

—Donde yo terminé trabajando.

—¡Agggg! ¡No fue el destino, fue la casualidad. No vine por ti, vine por el café!

—Dile casualidad. Lo llamaré destino.

—En verdad eres irritante... —suspiró y sacudió sus cabellos— Cómo sea, ¿cuánto te debo a ti, entonces?

—No quiero el dinero de vuelta.

—Entonces no hay más que hablar. —se iba a marchar.

—¡Eh! No dije que no quería nada a cambio.

—¿A cambio del café? ¿Qué quieres? ¿Un llavero? No cuesta mucho el café.

—No quiero dinero, te quiero a ti.

—Ah, ya vas a empezar.

—Una cita, sólo una, por favor.

—N-No... No.

—Lo sentiste también, ¿no es así?

—¿Eh? ¿El qué?

—La vibración, la corriente, la energía que se sintió cuando nuestras manos se juntaron.

Tragó saliva, lo sabía, también la sintió. Tardó en contestar.
—Una cita... Sólo una y acabas con este absurdo del destino.

—¡Sí!— alcé mis brazos en festejo —¡Gracias, gracias, muchas gracias!

Los Matices De La Palabra Amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora