- 5. San valentín sangriento -

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25 días antes de la colisión.

A L E X A N D E R

—Magnus no te merece.

Sebastian y Alexander estaban sentados en la galera de la casa de los Verlac. Sebastian sostenía con fuerza su cerveza y con la otra mano sostenía un cigarro.

Sebastian había pedido a Alexander tener un día de amigos, pero la cosa no había salido bien, todo porque Alec mencionó su cita. El buen humor de Sebastian se evaporó con solo escuchar el nombre de su acompañante.

Alexander y Magnus no habían hablado sobre el beso o los cambios que podría originar, habían llegado a casa y se despidieron con un beso en la mejilla.

—Seb, fue solo un beso—No cualquier beso—. Sabes que probablemente no pase nada.

—Vamos, hombre, lo besaste en menos de cuatro días—Sebastian negaba con la cabeza mientras intentaba formar círculos con el humo del cigarro—. Después de lo que te hizo...

—Eso fue hace mucho, ya está olvidado.

—Alec, te humilló.

Alec aún recordaba el dolor, pero era lejano. No le gustaba estancarse y el traer cargando esos recuerdos no harían una diferencia. De hecho, pensándolo bien, debería hablarlo con Magnus, su actitud en ese día parecía nublada, lejana a todo lo que Magnus era.

—No deberías siquiera pensar en él—Sebastian lo miraba muy serio, no, no serio, furioso.

—Creo que las decisiones son mías, Sebastian.

—Es que el tipo no me da buena espina, sabes los problemas que ha tenido.

—Seb, sé que te preocupa, pero también sabes que lo que pasó con Magnus no fue su culpa, quizá rumores...

—No lo defiendas, no merece ni siquiera tu lástima, nadie merece que tú seas tan condescendiente.

—¿Y tú sí? Te recuerdo que también he perdonado muchas cosas de tu parte.

Alexander y Sebastian se miraban fijamente, retándose con la mirada.

Finalmente, Sebastian asintió con una leve inclinación de barbilla.

—Bien, si crees que voy a quedarme aquí esperando que vuelvas de nuevo llorando estás demente.

Alexander sintió la presión de las palabras de Sebastian en su pecho, pocas veces habían peleado. Pero no cambiaría de opinión, haría lo que le diera la gana por una vez en su vida.

—No te necesito—Alexander se las arregló para evitar el temblor.

—Lo harás, Alexander, lo harás.

Sebastian se levantó de su silla y entró a su casa dando un portazo, una clara señal de que era hora de irse.




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Alexander se encontraba en medio de su cama, acostado, observando el techo, esperaba encontrar las respuestas a sus dudas. ¿Magnus merecía el perdón? ¿Podría él olvidar todo lo que Magnus dijo?

Magnus, su cabeza siempre lo torturaba con el recuerdo de esos ojos dorados, lo hermoso que Magnus se veía la noche anterior bajo la luz de las velas, la danza suave y el beso, ese beso, podía sentir como esa vieja pasión comenzaba a fluir de nuevo...

Every Breath You Take (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora