- 23. El amor es una perra -

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3 días antes de la Colisión.


S E B A S T I A N

Sebastian no podía contener la emoción que sentía en este momento, le recordaba a la primera vez que había visto a Alexander, es que este momento era igual, estaba conociendo al nuevo Alec, uno que se dejaría moldear por él.

Le costaba admitir que no sentía culpa por tenerlo atado o por las esposas que lo hacía llevar en ese momento, pero para él era necesario. Como su padre le había enseñado en un momento, el amor era duro.

Él esperaba no llegar a dañar a Alexander, no como su padre los había dañado.

Sebastian recordó ser un niño asustadizo, cada caricia de su padre lo hacía temblar, porque sabía que un golpe vendría después.

Alejó esos pensamientos y se concentró en Alexander que caminaba en silencio a su lado.

Se le veía bien, ya el golpe había dejado de sangrar, pero lo revisaría después.

—¿Te encuentras bien?

Alexander lo vio como si le hubiera preguntado algo fuera de lugar, vale, Alec estaba contra su voluntad, pero él era Sebastian, su mejor amigo.

—Sabes que no está bien, Sebastian.

—No me llames así, se siente extraño.

—Está bien, Seb.

Sebastian no pudo evitar sonreír, doblegaría la voluntad de Alexander hasta convertirlo en el chico que siempre debió ser.

Recorrieron los pasillos del edificio abandonado hasta llegar a un pequeño comedor improvisado. Sebastian sabía que el lugar no era apropiado, pero estaba lejos de la ciudad y hasta el momento él era el único ocupante oficial. Además, no tendrían que soportarlo más, pronto se irían de ahí a un lugar mucho mejor.

El comedor estaba decorado con un mantel y velas, había colocado dos platos de pasta, la comida favorita de Alec, y dos copas de vino.

Alexander se estremeció a su lado.

—No tienes porqué tener miedo, Alec.

Sin embargo, Alec sólo asintió.

Sebastian empujó con suavidad a Alexander y lo ubicó en una de las sillas, le ayudo a sentarse y cogió las llaves de las esposas, liberó solo una mano mientras que a la otra la sujetó en los brazos de la silla.

Alexander no dijo nada cosa que le había gustado a Sebastian.

—Espero que te guste, he preparado tu plato favorito.

—Sí, gracias, se ve delicioso.

Sebastian sonrió. —Bien, hora de comer.

Alexander tomó el tenedor y esperó a que Sebastian probara la comida.

—Oh, vamos, Alec. No creerás que puse algo en la comida, ¿cierto?—al ver que Alexander no respondía probó la comida —. ¿Ves?, todo bien. Ahora come.

Estaba de más decir que era una orden. Alexander comenzó a comer con cautela.

Estuvieron unos minutos en el silencio más incómodo que Sebastian había pasado, así que decidió adelantar las buenas noticias.

—No sabes los planes que tengo para nosotros, Alec. Haremos todo lo que siempre quisimos.

Alexander lo miró como si hubiese enloquecido. Bueno, aún más.

Every Breath You Take (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora