- El primer día del resto de sus vidas -

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Un año después de la Colisión.

EPÍLOGO

A L E X A N D E  R

Ahora, tal vez haya un Dios arriba,
para mí. Todo lo que he aprendido del amores cómo disparar a alguien que ha desenfundado antes que tú.Pero no es un lamento lo que oyes esta noche,no es un peregrino que dice haber visto la luz.No, es un frío y muy ajado "aleluya".

Alexander miraba el lienzo blanco frente a él, mientras sostenía el pincel con fuerza.

Los recuerdos de los últimos meses llegaron a él, como solían hacerlo: duros, rápidos y terriblemente dolorosos.

Las cosas se habían resuelto rápido, Alexander se sintió desilusionado. Pensó que habría más drama, más lucha, pero todo fue simple. Sebastian tuvo su sentencia y ya. Todos esperaban que con eso el asunto estuviera zanjado, pero, cómo podría Alexander superar todo por lo que había pasado.

Hubo un momento en el que pensó en perdonar el pasado, perdonar a Sebastian y hacérselo saber sólo para sentir esa satisfacción de restregarle en la cara que, a pesar de todo, Alec lo olvidaría pronto. Pero en el fondo sabía bien que no estaba cerca de perdonarlo, nunca lo estaría.

A pesar del dolor habían cosas que aún valían la pena, que lo hacían levantarse cada día e intentarlo.

Alec sonrió al recordar a Magnus. No habían hablado mucho desde que salieron del hospital, habían cruzado algunas palabras típicos ¿cómo estás? ¿Cómo sigues? La respuesta siempre era la misma para ambos: intentándolo.

Magnus entendió que Alec necesitaría su espacio para olvidar, para volver a ser él mismo. Aunque eso no pasaría, ya no volvería ser el mismo nunca.

Magnus también tenía problemas, necesitaba olvidar y superar.

Ambos debían recuperarse a sí mismos antes de recuperar al otro.

Claro que no habían estado solos en el proceso, ambos tenían ayuda de sus familiares y amigos. Incluyendo a un psicólogo profesional para cada uno.

El de Alec era realmente amable, al principio le fue difícil hablar con él, hablar con quién sea en realidad. Luego habló y se dio cuenta que ya no dolía tanto.

Sí, esas cosas habían sucedido, eran la realidad de Alexander. Comprendió que el no mencionarlas no las hacía menos reales.

No, recordaría el dolor y lo utilizaría como un impulso. No lo olvidaría porque eso es lo que lo hizo fuerte, lo que formó al nuevo Alexander.

Cada vez que él había caído, su familia había estado ahí para ayudarlo. Incluso Clary, su testaruda y loca amiga lo hacía olvidarse de que afuera había malas personas.

Pero la noche, oh, la noche era dura. Las pesadillas volvían a él, cayendo como un balde de agua fría empapándolo, haciendo que se encogiera del frío y el terror.

Las pesadillas fueron disminuyendo cuando las compartió con la única persona que podría ayudarle. Magnus, su Magnus.

La vida de Magnus tampoco había sido color rosa después de todo lo sucedido, pero se las había arreglado bien. Magnus era tan fuerte, tan valiente que Alec sentía algo de envidia. Luego pudo darse cuenta de que Magnus también tenía miedo, también se encogía al pensar en la oscuridad.

Se necesitaban del uno al otro para levantarse.

Magnus había regresado a su vida hace dos meses, su psicólogo también era amable con él y le dio un empujoncito para acercarse más a Alec.

Ver a Magnus le hizo recordar todo lo que la vida tenía por ofrecerle, las cosas buenas que el destino te deja. Más importante, Alec recordó que aún había bien en el mundo.

Empezaron a ser amigos de nuevo, iban lento sin apresurarse. Se lo habían ganado, ahora tenían un futuro por delante, uno que les había costado sangre y lágrimas. Por lo tanto, lo disfrutarían al máximo.

Después de todo no había prisas. La vida comenzaba de nuevo para ambos.

Alexander, con nueva determinación tomó el pincel y pintó sobre aquel lienzo vacío.

Y en esa habitación se firmaban promesas sobre espacios blancos, se llenaba de luz cada rincón donde la oscuridad había reinado, la esperanza renacía desde las cenizas para volverse el doble de fuerte de lo que alguna vez fue, y los trozos rotos de dos chicos volvían a su lugar uniéndose más fuerte que nunca.

Finalmente, Alexander estaba coloreando su oscuridad.



Hice lo mejor que pude, sé que no fue mucho.
No pude sentir, así que aprendí a acariciar.
He dicho la verdad, no vine aquí sólo a tomarte el pelo,
y aunque todo salió mal,
me presentaré aquí mismo, ante el Señor de la canción,
con nada, nada en mi lengua salvo un "aleluya".

Every Breath You Take (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora