- 22. El pájaro de las plumas de cristal -

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3 días antes de la Colisión.

A L E X A N D E R

Alexander soñó toda la noche, soñó que se encogía, sus brazos y piernas se liberaban de las cuerdas y su cuerpo era tan ligero que podía volar, se alzaba por la habitación hasta encontrar una abertura, la libertad por fin moviendo su plumaje. Pero él era la única ave del lugar, Magnus estaba abajo observándolo, no le pedía que se quedara, le pedía que volara lejos, que fuera libre.

Alexander consideraba sus opciones, pero se tardó demasiado y unas manos lo tomaron con tanta fuerza que sus alas comenzaron a quebrarse, su plumaje ya no era suave, ahora eran pesadas piezas de vidrios rotos, todos enterrándose en su cuerpecillo hasta que se veía consumido en un líquido carmesí.

Despertó y comprobó su cuerpo, todo era normal. Dentro de lo que cabía.

Magnus aún estaba dormido, se le veía mucho más agotado desde la plática de la noche.

Habían pasado la noche tratando de encontrar una solución, pero era claro que no la tendrían fácil, y lo más duro de esto, es que sabía que no habría solución que los incluyera a ambos.

Por eso decidió no hacer nada, encontraría el momento adecuado para actuar, pero primero debía ganarse la confianza de su captor.

—Buenos días— Sebastian entró a la habitación con dos bandejas de comida, una traía frutas y un buen desayuno, mientras que la otra no eran más que rodajas de pan.

Colocó las bandejas sobre la mesa de instrumentos y se acercó a Alexander.

No se veía tan mal como ayer, pero estaba claro que no había dormido mejor que ellos.

Magnus despertó de inmediato, alerta comenzó a buscar a Alec hasta que este asintió en su dirección. Estoy bien, le dijo con la mirada.

—Sebastian, vendrán por ti. Lo sabes—la voz de Magnus estaba recuperada, pero aún se escuchaba más ronca de lo normal.

Alexander le dedicó una mirada de advertencia, le costaba mirarlo, las heridas se habían hinchado aún más, la sangre se había secado y Magnus tenía una postura incómoda, señal de que su dolor estaba empeorando.

Alexander no pudo evitar sentirse culpable, Magnus estaba así por él, sí, Sebastian había sido el de la mano fuerte, pero él mismo le había entregado a Magnus. Los había condenado a ambos.

Sebastian notó su mirada y su semblante endureció más, era hora de jugar, pensó Alec.

—¿Qué es lo que quieres de mí?—intentó no cargar la furia que sentía, en cambio habló como si se tratará de una venta en la que el tenía algo que el otro quería y estaba dispuesto a dárselo.

—No quiero tu lástima, Alec, he tenido mucho de eso estos años.

—¿Lástima? Nunca me he comportado así contigo.

—¿No? Siempre lo he sentido así, Alec, siempre me veías como si había algo que arreglar, y sabía que nunca me amarías, no como yo...—Sebastian parpadeó, por un segundo se había vuelto el sensible Seb que conocía—. No. No hablaré de eso aquí.

—Entonces vamos a otro lado.

—Alexander—dijo Magnus, reprochándole. Alexander lo ignoró.

—Podemos hablar de esto y arreglarlo. Sé que no eres algo que se pueda arreglar, pero yo sí, necesito que me arreglen, podemos hacerlo mutuamente—Alexander no había pensado en que él también necesitaba ayuda hasta que las últimas palabras salieron. Esperaba que fueran suficientes para convencerlo.

Every Breath You Take (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora