- 9. En compañía de lobos -

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19 días antes de la colisión.

A L E X A N D E R

Los cuerpos alrededor de Alexander se movían de forma descoordinada, los cuerpos sudorosos se pegaban al suyo, algunas chicas y algunos chicos. Alexander no los separó, en cambio movió su cuerpo al ritmo de la música simplemente dejándose llevar. La música ayudaba a borrar los recuerdos, pero necesitaba una ayuda extra.

Todo había comenzado esa mañana en el instituto, su madre lo había obligado a asistir a clases, el permiso de duelo ya había terminado. Para Alexander no era justo, ¿quién decía cuántos días necesitabas estar de luto?

No dijo nada, se levantó de la cama y se vistió, llevó a Izzy y Max con él, nadie habló durante todo el camino.

Alec se separó de Izzy para ir a su salón, de nuevo su hermana intentó hablar con él, no lo hizo simplemente dijo que estaba bien y se fue.

El pasillo estaba lleno de estudiantes hablando o caminando alrededor de él, sus caras animadas como si fuera un día normal, pero no lo era, había una persona menos, no estaba ese chico rubio que acosaba a Clarissa, el chico que le enseñó a Max a conquistar pero que a Izzy le había enseñado como dar una buena patada si alguien se propasaba con ella, el chico que había ayudado a Magnus cuando él no pudo. Todos habían perdido algo, pero Alec, Alec perdió una parte de sí mismo, una parte que no se regeneraría nunca y eso estaba bien para él. Alexander no quería ser sanado.

Abrió su casillero y observó su expresión en el pequeño espejo del fondo, sus ojos azules habían perdido brillo y estaban rojos, su cabello estaba despeinado como siempre, pero había algo que lo hacía ver diferente, los círculos bajo sus ojos delataban las largas horas sin dormir, pero lo que más le delataba era su ropa, no, Alexander ya no estaba usando negro o gris, su ropa consistía en camisas de colores chillantes y pantalón oscuro. Como Jace lo dijo, "tienes mucha vida por delante, Alec, no la desaproveches pasando desapercibido."

Alec lo estaba logrando, las miradas curiosas que le dirigían no le molestaban más, en cambio le gustaban.

Tomó sus libros y una nota se deslizó, una hermosa hoja de color azul estaba doblada. Leyó la nota y la metió en el bolsillo de su pantalón, no dándole mucha importancia.

Fue el mismo día de siempre, maestros y alumnos, clases y trabajos, Magnus y Sebastian tratando de hacerlo sonreír.

La mejor parte del día era cuando se veía con Clary y hablaban de Jace, no como si estuviera muerto, hablaban de lo que estaría haciendo en ese momento y como Clary ignoraría su solicitud de citas, reían y luego lloraban. Lloraban por mucho tiempo.

Pero ese día Alexander tenía planes, los mismos de las noches anteriores, llamó a un antiguo amigo y se fue con él a una discoteca de la ciudad. Quizás no era lo que esperaba, pero el dolor se sentía lejano.

Alexander sentía que flotaba, sintió unos labios arrastrándose por su cuello e inclinó la cabeza para darles más espacio. El efecto de las pastillas de Matías estaba en todo su cuerpo, el alcohol había adormecido sus sentidos y solo se encargaba de disfrutar la sensación de cuerpos contra cuerpos, de la música agitada explotando por los altavoces. Una parte de él sabía bien que esto estaba mal pero no importaba mucho si esa parte se veía opacada por la parte que gritaba por Jace, la parte que le decía que ya nada sería igual.

Alexander estaba destruido, ¿qué más da destruirse un poco más?

Matías intentó besarle, pero él se apartó, que estuviera drogado no significaba que quería algo más, él sólo quería distracción.

Every Breath You Take (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora