Capítulo 19.

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Podía notar el frío de la noche en el cuarto del baño. ¿Noche? ¿Tanto había dormido? Los recuerdos se me amontonaron. Me sentía débil, tenía un gran dolor en la espalda por pasar tanto tiempo desmayada y a la vez sentada contra la puerta.

Me levanté y realmente me sentía muy, muy débil, tropiezo con mis pies pero logro mantenerme.

Quiero golpearme en la cara por lo que hice pero en vez de eso decido ir al hospital, ya que seguro que perdí mucha sangre y por eso estaba así de débil.

Salgo de casa, no sin antes coger un pañuelo rojo para el pelo y rodear mi antebrazo con el, como no era suficiente, hice la misma acción con uno negro. Después cogí el móvil, las llaves y me dirigí al hospital.

Llegué con difícultad ya que me sentía más débil por momentos. La señorita de unos 35-40 años me pregunta cual es la urgencia, ya que según mi móvil, son las 6:11 AM. Yo le contesté que me hice daño en el brazo y se lo enseñé, sólo se veía la abundante sangre en los pañuelos, cosa que alarmó mucho a la chica, se levantó de su sitio, dejó de escribir mi ficha en el ordenador, se quitó las gafas que entonces le colgaban de una cuerda alrededor de su cuello y gritó varios nombres a través de un pasillo, después llamó a alguien por el teléfono y casi al segundo, dos hombres con una camilla y tres enfermeras vinieron junto a nosotras, pero por suerte había dos o tres personas con familiares (supongo) en la sala de espera, y no se montó un gran espectáculo. No entendía porqué razón una camilla pero me dejé llevar. Cuando ya estaba tumbada, me llevaban a una sala mientras me hacían preguntas, "¿Qué años tienes?" "¿Qué ha ocurrido?" a eso, yo simplemente decía que me hice daño. Yo cada vez me sentía más mareada y más débil. Atravesamos una puerta y llegamos por fin a la sala donde me dejaron sola con un doctor no sin que una de las enfermeras le diese una hoja con lo que -suponía- eran mis respuestas a las anteriores preguntas. Se puso unos guantes, se ajustó las gafas y cortó los pañuelos con unas tijeras para ahorrarse tiempo, comenzó a limpiarme la herida y yo misma pude observar lo grande que era. Al terminar, me puso dos grandes parches y me dijo como tenía que curarme la herida hasta que cicatrice.

-Veamos señorita... -Dijo revisando una hoja

-Elisabeth

-Conozco a jóvenes como usted. Cuando las heridas no dejan de sangrar puede ser muy peligroso, casi llegas a suicidarte, ¿es lo que querías no?

-No... -Dije y lo decía en serio

-Estás débil por la pérdida de sangre. ¿Cuánto tiempo pasó desde que te lo hiciste?

-Bueno... Después me desmayé, llevo varias horas

-Es sorprendente que no te haya pasado nada. Por el momento pasarás la noche aquí, sigues débil. Mañana sin probemas tendrás el alta. ¿Quieres comer algo?

-No, gracias, estoy bien.

-Seguro que sí -Dijo con una sonrisa, estaba segura de que no lo dijo en tono de ironía, el sólo estaba siendo amable. Salió de la habitación y antes de desaparecer por la puerta, me dijo que vendrían a cambiarme a una habitación, ya que aquello era una consulta. Después de eso, una enfermera me llevó a una habitación y me indicó donde tenía más almohadas, un pijama de hospital, me dio sábanas y me dijo que la llamase para cualquier cosa que ella se quedaría toda la noche trabajando en el hospital.

Dormí con lo puesto debido al cansancio y a que si perdía mas tiempo, amanecería sin dormir.

14:25

-Indicaba el reloj de la habitación-

Una enfermera me despertó suavemente.

-Ya tiene el alta señorita, puede irse cuando quiera, no olvide pasarse por recepción para coger sus papeles del ingreso. -Y se fue con una gran sonrisa

Me levanté, fui a recepción y recogí la ficha del alta, donde indicaba lo sucedido, lo que necesitaba para hacerme la cura y poco más.

Me fui sin los pañuelos ya que seguramente los tirarían.

Noté las miradas de lástima de dos chicas que estaban en la calle y después cuchicheaban, a parte de ellas nadie más se dio cuenta. Y es que iba sin nada que me tapase los brazos, y con el informe médico en las manos, por suerte, la gente estaría comiendo s esas horas.

Llegué a mi portal y solté un suspiro. Con la cabeza gacha y seria caminé hasta entrar, pero cuando la levanté, vi a Rubén mirándome pálido, paralizado y con rostro triste pero aliviado, ni me había percatado de que el bajó del ascensor y me vio llegar.

Nuestras miradas se volvieron a juntar después de tantos días y una lágrima recorrió una de mis mejillas, seguida de una sonrisa, y después su sonrisa de alivio.

El vecino de en frente - Rubius FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora