MONEY - HS 💵 #1

III: Nuevo Hogar

Amanda.

—Es en serio, no creo que ir a ver esa casa te haga bien, eres joven no te puedes amarrar a esta edad, —ella insistió mirándome con ojos preocupados mientras caminabamos hacia el estacionamiento donde estaba la camioneta de Harry—. Si te quieres mudar yo te ayudo, puedo perdirle una casa a Marlo aquí, él tiene muchas propiedades.

La miré con desagrado, porque ya estaba bastante extraño y desagradable lo que estaba haciendo.

—Ya te dije que no se trata de casa, es compañía —le dije cansada.

Ella suspiró frustrada—: Solo piénsalo bien, no cometas atrocidades, no de las que te puedas arrepentir. Sabes que te amo y eres como mi hermana.

Le sonreí sin dientes, besé su mejilla y corrí hasta el auto de Harry. A su lado se estacionó Jeff, saliendo de la nada, haciendo rugir las llanta de su moto, pasé a su lado sin siquiera verlo porque sabía que me distraeria viéndolo y no quería problemas con Harry. Salté a la camioneta en el asiento del copiloto, lo miré, vestido casual con una sonrisa, me hice hacia él besando sus labios.

—¿Todo bien? Te vi discutiendo con Lissa —dijo Harry llevando su mano hasta mi falda elevandola para empezó a acariciar mi piel con delicadeza.

Debía admitir que amaba que hiciera eso.

Su mirada mostraba curiosidad y, sinceramente, había tomado la decisión que cambiar con él porque sentía que no estaba bien. Tomando en cuenta que, no iba a dejarlo, no me gustaba la idea de volver a trabajar y estudiar al mismo tiempo.

¿Se imaginan a un hombre solo queriendome por mi cuerpo? Sería horrible.

Le sonreí llevando mis manos hasta sus mejillas atrayendolo a mi para besarlo, él se rió en medio del beso. Lo solté y me senté derecha en el asiento sonriendole.

—Sí, dice que soy joven para amarrarme, y lo comprendo, aún soy joven, —rodé los ojos sacando de mi bolso mi celular para avisar al trabajo que llegaría un poco tarde hoy.

—Vivir conmigo no quiere decir que no puedas salir con amigos, e ir de fiesta, —él dijo suavemente—. Puede salir y vivir tu vida, tienes derecho a hacerlo. Siempre que no sea con Jeff todo estará bien.

Lo miré sonriendo.

—Lo sé —susurré llevando mi mano hasta la suya y llevándola mi regazo. 

~

—La casa puede ser habitable dentro de dos semanas,—dijo la mujer de cabello castaño corto mientras esperábamos llegar al último piso del lujoso edificio.

Este solo tenía cuatro pisos pero era muy lindo, estaba situado en un buen lugar de la ciudad y podría jurar que no era nada barato.

—Tranquila,—Harry dijo pasando su brazo por mis hombros.

Yo estaba demasiado nerviosa y no sabía por qué. La mujer vestida elegante me miró de pies a cabeza, luego miró a Harry con atención, desvíe la mirada de la mujer.

—¿Están casados? —ella sonrió falsamente.

—No, —respondí cortante. 

Llevé la mirada a Harry con ceño fruncido, a lo que él solo negó con la cabeza, como diciéndome lo que dejara estar. 

Sin embargo, me pude dar cuenta de que Harry y la mujer se daban mirada, y podría jurar que se conocían. Las miradas que se deban demostraban mas de lo que las palabras prodrían. 

Al abrirse las puertas del elevador lo primero que se vio fue un corredor vacío, literalmente no había nada en ese pasillo, y justo en frente del ascensor las puertas del pent-house, blancas con la manijas de color oro como de palacio. Harry me haló fuera del elevador caminando hacia las puertas que la mujer estaba abriendo.

Al abrirlas casi, se me fue el aire. 

Caminé poco a poco sintiendo que el corazón se me iba a estallar, la mujer nos guió dentro de la casa dándome un recorrido.

Era gigantesca. Tenía ventanales desde los cuales se podía ver la ciudad, una gran sala con muebles negros y una pantalla grande, una gran cocina y dos pequeños pasillos uno para un baño y otro para un pequeño cobertizo. Para llegar a los ventanales había que subir dos escalones, allí había otros dos pasillos, uno daba a una puerta y el del otro lado a tres habitaciones más, todas con baño privado.

—Ven —Harry tomó mi mano llevando hasta la habitación principal que era la puerta sola que estaba al otro lado del pasillo.

Caminé con él tratando fuerte, él abrió la puerta dejando ver una gran habitación, con una cama king-size, a casa lado una mesita de noche, un closet del tamaño de un baño y, a un lado de la puerta estaba un gran baño, incluso había un pequeño mueble dentro, del otro lado de la habitación había un cortina que al abrirlas dejaba ver una puerya de vidrio corrediza que daba entrada a un balcón grande, con un pequeño jacuzzi.

Tapé mi rostro al ver la habitacion, sabiendo que esta sería donde yo dormiría. Mordi mi labio inferior sin soportar el dolor de cabeza que estaba asomándose, Harry pasó su brazo sobre mis hombros y besó mi sien; no podía seguir recibiendo sin retribuir, tal vez al princio era así pero ya no, antes eran solo cosas sencillas como ropa, comidas en restaurantes caros.

Las cosas debían cambiar ahora.

—¿Podemos hablar? —susurré mirándolo y luego miré a la mujer parada en el marco de la puerta de la habitación.

Harry asintió, tomó mi mano sacándome de la habitación caminando detrás de la mujer, ella siguió su camino lejos de nosotros mientras Harry y yo nos quedabamos en medio del pasillo de los cuartos, Harry me miró con ojos preocupados, tomó mis codos con delicadeza.

—¿Todo bien?

Yo asentí.

—Esta casa es hermosa —susurré—. Pero tengo miedo.

Harry cambió su mirada a una más cómoda, sonrió sin dientes y llevó sus manos hasta mi mejillas con suavidad.

—¿De qué?

Mordí mi labio inferior y llevé mis manos hasta sus muñecas aún mirando sus ojos verdes hermosos.

—No quiero ser una madrastra, y hacerlo mal, y que me termine odiando como Anne, yo no quiero, no sé cómo hacerlo, y... —él me interrumpió.

Él soltó una sonrisa. 

—¿Pero de que hablas? —él susurró, llevando sus manos a mis mejillas—. Amanda, yo no quiero que seas la madrastra o madre de Evelyn si tu no quieres. Solo déjala ser niña, no la trates mal, solo haz lo que haz estado haciendo todo este tiempo. Si ella te dice algo, tu solo le dices que está bien.  

Callé unos minutos. Y bajando la cabeza asentí sintiendo que conectábamos por primera vez en cinco meses de relaciona. 

Se me calentó el pecho, un sentimiento agradable me llenó. 

Fue cuando me di cuenta de que no tenía que ir a ningún lado, ni a otra persona. Él era mio, y yo de él.

—Está bien—murmuré tomando sus manos—. Vamos a mudarnos.

 Él sonrió con una brillo en sus ojos. 

Lo estaba haciendo feliz, yo lo sabía.