XVIII: Pensamientos Asesinos

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Amanda

Cuando Jeff recuperó la noción de lo que pasaba, es decir, que no estaba alcoholizado ni drogado, que fue pocos minutos después de que Anne y Evelyn se fueran me golpeó hasta dejarme moribunda.

Tuve la oportunidad de escapar cuando acabó de abusar de mi porque los efectos de éxtasis pasaron, y cayó dormido en el mueble, para mi mala suerte, no logré moverme después de que pasó, ni siquiera podía pensar con claridad, mi mente estaba en otro lado, tratando de asimilar lo que recién me había pasado.

La golpiza que me dio luego me dejó aún más fuera de la realidad y en ése momento decidí que quería morir, no quería ir a ningun lado porque sabía que salir de aquí significaba lidiar con mis demonios, lo que Jeff había creado.

No había pensamientos, ni sentimientos, ni dolor, no sentía nada, era como estar en coma pero despierta.

—Si esas perras hablan, tu pagaras las consecuencias, Amanda —Jeff me dijo caminando de lado a lado en la sala, mientras yo solo estaba sentada en la silla donde antes estaba amarrada Anne. 

De mi frente y nariz brotaba sangre, que caían en gotas sobre mis piernas descubiertas. Ni siquiera lloraba, simplemente miraba la sangre en mi pálida piel, quieta, sin pensar en nada. 

—¿Sabes qué? ¡Nos vamos de aquí! —él me grito, tomó mi brazo y me llevó a su habitación dentro de la casa, me colocó un short y un blusón. Luego  me sacó de la casa y me montó en su auto, en la parte de atrás. 

Yo ni siquiera me inmutaba, solo miraba mis piernas. Por la cabeza, mientras aun miraba mi propia sangre, se me cruzó el pensamiento de Jeff muerto, siendo matado por mí.

Quería matarlo.  

×

TRES SEMANAS DESPUÉS

Perdí la esperanza de que la ayuda que Anne prometió llegara porque Jeff me sacó de esa casa y me trasladó a otra, no estaba tan lejos porque desde la casa se podía escuchar la avenida, por autopista, que unía los pueblos. 

La casa era mas fea que la otra, esta estaba como abandonada, de una planta y sólo tenía una habitación, además de que la mayoría del tiempo no había agua. Tenía un cercado eléctrico y, al igual, que la otra casa tenía todas las puertas y ventanas enrejadas, no había forma de salir, así que no inteté escapar. 

Jeff me drogaba cada vez que podía, y quien sabe que cosas hará con mi cuerpo, nunca era capaz de recordar. Por otro lado, había parado de golpearme, pero ya no era abuso físico, era abuso psicológico el que me aplicaba, no podía verme a los ojos sin insultarme. Era mucho peor que ser golpeada. 

Hoy era un día tranquilo, Jeff solo estaba cocinando y yo estaba sentada en la pequeña mesa del comedor mirando su espalda.

Él, en días como hoy, me trataba con dulzura como si se me hubiera olvidado lo que me hacía. Jeff estaba loco.

—Toma —dijo, dejando un plato de espagueti cargado de mucha salsa roja frente a mí, se sentó a mi lado y comió de su plato que era aún más grande que el mío—. Come. 

No toqué la comida, solo miré seriamente. Jamas había odiado tanto a una persona como odiaba a Jeff, jamas lo iba a olvidar y por ello lo detestaba. 

—¿Qué te pasa? —él me dijo con ceño fruncido, parando de comer. 

—¿Qué vas a hacer conmigo? —susurré—. ¿Hasta cuando vas a hacerme esto? ¿Por qué yo? ¿Por qué?

MONEY - HS 💵 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora