Capítulo 3

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Viernes, 20 de diciembre - Sábado, 21 de diciembre

Erika Berger arqueó las cejas al ver a Mikael Blomkvist, ya por la tarde,

entrar en la redacción completamente helado. Las oficinas de Millennium se

ubicaban en Götgatan, justo en lo alto de la cuesta, un piso por encima de la sede

de Greenpeace. El alquiler, en realidad, resultaba demasiado caro para la revista,

pero, aun así, Erika, Mikael y Christer estuvieron de acuerdo en quedarse con el

local.

Ella miró su reloj de reojo. Eran las cinco y diez y hacía mucho que era de

noche en Estocolmo. Erika lo había estado esperando para comer juntos.

—Perdón —dijo antes de que ella pronunciara una sola palabra—. Me quedé

sentado ley endo la sentencia y no tenía ganas de hablar. Me fui a dar un largo

paseo para pensar.

—He escuchado el veredicto por la radio. « La de TV4» me ha llamado para

que se lo comente.

—¿Y qué le has dicho?

—Más o menos lo que acordamos, que vamos a estudiar la sentencia

detenidamente antes de pronunciarnos. O sea, nada. Y mi opinión sigue siendo la

misma: creo que es una estrategia errónea. Ofrecemos una imagen de debilidad

y estamos perdiendo el apoyo de los medios de comunicación. Lo más seguro es

que esta noche digan algo en la tele.

Blomkvist asintió con cara lúgubre.

—¿Cómo estás?

Mikael Blomkvist se encogió de hombros y se dejó caer en su sillón favorito,

junto a la ventana del despacho de Erika. El despacho estaba decorado con

austeridad; contaba con una mesa de trabajo, unas cuantas estanterías

funcionales y mobiliario barato de oficina, todo adquirido en Ikea a excepción de

dos cómodos y extravagantes sillones y una pequeña mesa. « Una concesión a

mi educación» , solía decir ella en broma. A veces, cuando no le apetecía estar

en la mesa, se sentaba a leer en uno de ellos, con los pies sobre el asiento. Mikael

dirigió la mirada a la calle, donde la gente andaba estresada de un lado para otro

en la oscuridad. Las compras navideñas estaban llegando a su recta final.

—Supongo que se me pasará, pero ahora mismo me siento como si me

hubiesen dado una tremenda paliza.

—Bueno, eso es más o menos lo que ha pasado. Y nos afecta a todos. Hoy

Janne Dahlman se ha ido pronto a casa.

—Me imagino que no le habrá entusiasmado la sentencia.

—Ya sabes que no es precisamente una persona muy positiva.

Mikael negó con la cabeza. Desde haría nueve meses, Janne Dahlman era

secretario de redacción de Millennium. Entró justo cuando empezó el caso

La chica del dragón tatuadoWhere stories live. Discover now