Jueves, 3 de julio - Jueves, 10 de julio
Lisbeth Salander se despertó alrededor de las seis de la mañana, antes que
Mikael. Puso agua a hervir para preparar café y se metió en la ducha. Cuando
Mikael se levantó, a las siete y media, ella estaba en la cocina leyendo el
resumen del caso Harriet Vanger en el iBook de Mikael. Entró en la cocina con
una sábana alrededor de la cintura frotándose los ojos para quitarse el sueño.
—Hay café —dijo ella.
Mikael la miró de reojo por encima del hombro.
—Ese documento estaba protegido con una contraseña.
Ella giró la cabeza y levantó la mirada.
—Se tarda treinta segundos en bajar de la red un programa que rompe la
protección criptográfica de Word —le respondió.
—Tenemos que hablar acerca de lo que es tuyo y lo que es mío —dijo Mikael
para, acto seguido, meterse en la ducha.
Al volver, Lisbeth y a había cerrado el ordenador y lo había puesto en su sitio,
en el cuarto de trabajo. Tenía encendido su propio PowerBook. Mikael estaba
convencido de que Lisbeth ya habría copiado el contenido en su portátil.
Lisbeth Salander era una adicta a la información con ideas sumamente laxas
sobre la moral y la ética.
Mikael acababa de sentarse a desay unar cuando llamaron a la puerta. Se
levantó y fue a abrir. Martin Vanger tenía un gesto tan contenido que, por un
segundo, Mikael creyó que venía a comunicarle la muerte de HenrikVanger.
—No, Henrik está igual que ayer. Vengo por otro asunto completamente
distinto. ¿Puedo pasar un momento?
Mikael lo dejó entrar y le presentó a la « colaboradora de la investigación» ,
Lisbeth Salander, quien le echó un rápido vistazo acompañado de un breve
movimiento de cabeza antes de volver a su ordenador. Martin Vanger saludó por
puro reflejo, pero dio la impresión de estar tan ausente que apenas pareció
reparar en su presencia. Mikael le sirvió una taza de café y le invitó a sentarse.
—¿De qué se trata?
—¿No eres suscriptor del Hedestads-Kuriren?
—No. Lo leo a veces en el Café de Susanne.
—¿Así que no lo has leído esta mañana?
—Me da la sensación de que debería haberlo hecho.
Martin Vanger depositó el Hedestads-Kuriren encima de la mesa. Le habían
dedicado dos columnas en la portada y una continuación en la página cuatro.
Examinó el titular:
AQUÍ SE ESCONDE EL PERIODISTA
CONDENADO POR DIFAMACIÓN
El texto estaba ilustrado con una fotografía hecha con teleobjetivo desde la