Capítulo 25.

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Sábado, 12 de julio - Lunes, 14 de julio

Hacia las cinco de la mañana, Mikael se despertó de un sobresalto llevándose

las manos al cuello para quitarse la soga. Lisbeth se acercó, le cogió las manos y

permaneció a su lado hasta que se tranquilizó. Mikael abrió los ojos y la

contempló con la mirada desenfocada.

—No sabía que jugaras al golf —murmuró para, acto seguido, volver a

cerrar los ojos.

Ella se quedó junto a la cama un par de minutos hasta que estuvo segura de

que había vuelto a conciliar el sueño. Mientras Mikael dormía, Lisbeth había

vuelto al sótano de Martin Vanger para examinar el lugar del crimen. Aparte de

los instrumentos de tortura, encontró una gran colección de revistas de porno

violento y numerosas fotos polaroid en un álbum.

No había ningún diario. En cambio, descubrió dos carpetas con fotografías de

tamaño carné y unas notas manuscritas sobre distintas mujeres. Se lo llevó todo

en una bolsa de nailon, junto con el portátil Dell de Martin Vanger que halló en la

mesa del vestíbulo de la planta superior. En cuanto Mikael se quedó dormido,

Lisbeth continuó repasando el contenido del portátil y de las carpetas de Martin

Vanger. Eran más de las seis de la mañana cuando apagó el ordenador. Encendió

un cigarrillo y, pensativa, se mordió el labio inferior.

Junto con Mikael Blomkvist había emprendido la caza de alguien que

presuntamente era un asesino en serie del pasado. Y se toparon con algo

completamente diferente. Le costó imaginarse los horrores que habrían tenido

lugar en el sótano de Martin Vanger, en medio de ese idílico pueblo. Intentó

comprender todo aquello.

Martin Vanger llevaba asesinando a mujeres desde la década de los sesenta;

durante los últimos tres lustros lo había hecho con una periodicidad de

aproximadamente una o dos víctimas por año. Los crímenes habían sido tan bien

planeados y se realizaron tan discretamente que nadie en absoluto advirtió que

existía un asesino en serie en activo. ¿Cómo era posible?

Las carpetas le ofrecían parte de la respuesta.

Sus víctimas eran mujeres anónimas, a menudo chicas inmigrantes recién

llegadas que carecían de amigos y contactos en Suecia. También había prostitutas

y marginadas sociales con serios problemas de fondo, como el abuso de drogas y

de alcohol.

De sus estudios de psicología sobre el sadismo sexual, Lisbeth Salander había

aprendido que ese tipo de criminales suele presentar una tendencia a coleccionar

souvenirs de sus víctimas. El asesino usaba esos recuerdos para recrear parte del

placer experimentado. Martin Vanger había llevado esa peculiaridad mucho más

La chica del dragón tatuadoWhere stories live. Discover now