Capítulo 24

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Viernes, 11 de julio - Sábado, 12, de julio

Martin Vanger se agachó y cacheó los bolsillos de Mikael. Encontró la llave.

—Ha sido muy inteligente por vuestra parte cambiar las cerraduras —

comentó—. Me ocuparé de tu novia cuando llegue a casa.

Mikael no contestó. Tenía presente que Martin Vanger contaba con una

dilatada experiencia como negociador en numerosas batallas industriales y que

sabía reconocer cuándo alguien se tiraba un farol.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—¿Por qué todo esto? —Mikael señaló la habitación con la cabeza.

Martin Vanger se inclinó, cogió con una mano la barbilla de Mikael y le

levantó la cabeza hasta que sus miradas se encontraron.

—Porque resulta muy fácil. Las mujeres desaparecen siempre. Nadie las

echa de menos. Inmigrantes. Putas de Rusia. Miles de personas pasan por Suecia

todos los años.

Le soltó la cabeza y se levantó, como orgulloso de todo aquello.

Encajó las palabras de Martin Vanger como puñetazos.

« Dios mío. Esto no es un misterio histórico. Martin Vanger asesina a mujeres

hoy en día. Y yo me he metido en medio como un idiota...» .

—Ahora mismo no tengo ninguna invitada. Pero quizá te interese saber que

mientras tú y Henrik os pasasteis todo el invierno y toda la primavera perdiendo

el tiempo con vuestras absurdas historias, había una chica aquí abajo. Se llamaba

Irina y era de Bielorrusia. La noche en la que cenamos juntos estuvo encerrada

en esta jaula. Fue una agradable velada, ¿verdad?

De un salto, Martin Vanger se subió a la mesa y se sentó con las piernas

colgando. Mikael cerró los ojos. Sintió un reflujo ácido en la garganta e hizo un

esfuerzo por tragárselo.

—¿Qué haces con los cuerpos?

—Tengo el barco en el muelle, justo aquí abajo. Los llevo mar adentro. A

diferencia de mi padre, no dejo huellas. Pero él también era listo. Repartió a sus

víctimas por toda Suecia.

A Mikael le empezaron a encajar las piezas del rompecabezas.

« Gottfried Vanger. De 1949 a 1965. Luego, en 1966, Martin Vanger tomó el

relevo en Uppsala» .

—Admiras a tu padre.

—Fue él quien me enseñó. Me inició cuando yo tenía catorce años.

—Uddevalla. Lea Persson.

—Exacto. Yo estuve allí. Sólo miraba, pero estuve.

—1964. Sara Witt, en Ronneby.

—Tenía dieciséis años. Fue la primera vez que poseí a una mujer. Gottfried

me enseñó. Fui yo quien la estranguló.

La chica del dragón tatuadoWhere stories live. Discover now