Viernes, 3 de enero - Domingo, 5 de enero
Cuando Mikael Blomkvist se apeó del tren en Hedestad por segunda vez, el
cielo tenía un tono azul pastel y el aire era gélido. El termómetro de la fachada
principal de la estación marcaba 18 grados bajo cero. Al igual que en la última
ocasión, calzaba unos zapatos de suela fina, muy poco apropiados. Sin embargo,
a diferencia de lo que había ocurrido entonces, no había ningún abogado Frode
esperándolo con un coche de cálido interior. Mikael había anunciado su llegada,
pero no dijo en qué tren exactamente. Suponía que habría algún autobús para
Hedeby, pero no tenía ganas de cargar con dos pesadas maletas y una bandolera
mientras lo buscaba. En su lugar, cruzó la plaza hasta la parada de taxis.
Entre Navidad y Año Nuevo había estado nevando copiosamente a lo largo
de toda la costa de Norrland y, a juzgar por los bordes de las calles y los
montones de nieve acumulada, las máquinas quitanieves y a llevaban algún
tiempo trabajando sin cesar. El taxista que, según la licencia del parabrisas, se
llamaba Hussein, movió la cabeza de un lado a otro cuando Mikael le preguntó si
el tiempo había sido muy malo. Con un acento de Norrland muy pronunciado, le
contó que habían sufrido la peor tormenta de nieve de las últimas décadas, y que
se arrepentía amargamente de no haber cogido vacaciones para pasar la
Navidad en Grecia.
Mikael le indicó al taxista el camino hasta el patio de la casa de Henrik
Vanger, del que acababan de quitar la nieve. Dejó sus maletas junto al porche y
vio cómo el coche desaparecía de regreso a Hedestad. De repente se sintió solo y
confuso. Quizá Erika tuviera razón al insistir en que toda esa historia era una
locura.
Oyó la puerta abrirse a sus espaldas y se dio media vuelta. HenrikVanger iba
bien abrigado con un grueso abrigo de cuero, unas buenas botas y una gorra con
orejeras. Mikael llevaba vaqueros y una fina cazadora de piel.
—Si vas a vivir aquí, tendrás que aprender a vestirte mejor durante esta
época del año.
Se estrecharon las manos.
—¿Seguro que no quieres alojarte en la casa principal? ¿No? Bueno, entonces
empezaremos por instalarte en tu nueva vivienda.
Mikael asintió. Una de sus exigencias había sido disponer de una vivienda
donde él mismo pudiera encargarse de las tareas domésticas y entrar y salir
cuando quisiera. Henrik Vanger llevó a Mikael camino abajo en dirección al
puente. Luego cruzaron una verja y entraron en el patio delantero de una
pequeña casa de madera situada casi al pie del puente. Acababan de quitar la