Capítulo 23

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Viernes, 11 de julio

Mikael se despertó a las seis de la mañana a causa del sol que se colaba a

través de una rendija de las cortinas y le daba de lleno en la cara. Le dolía un

poco la cabeza y sintió una punzada de dolor al tocar la cinta quirúrgica. A su

lado, Lisbeth Salander dormía boca abajo con su brazo sobre él. Mikael

contempló el dragón que se extendía diagonalmente por su espalda, desde el

omoplato derecho hasta la nalga izquierda.

Le contó los tatuajes. Aparte del dragón y de una avispa en el cuello, tenía

tatuado un brazalete alrededor de uno de los tobillos, otro alrededor del bíceps del

brazo izquierdo, un signo chino en la cadera y una rosa en la pantorrilla. Excepto

el dragón, se trataba de tatuajes pequeños y discretos.

Mikael salió con cuidado de la cama y corrió las cortinas. Fue al baño y luego

volvió sigilosamente a la cama, intentando meterse bajo las sábanas sin

despertarla.

Un par de horas más tarde desay unaron en el jardín. Lisbeth Salander miró a

Mikael.

—Tenemos un misterio que resolver. ¿Cómo lo vamos a hacer?

—Reuniendo los datos que poseemos e intentando obtener más.

—Uno de los datos es que alguien cercano a nosotros va a por ti.

—La cuestión es ¿por qué? ¿Porque estamos a punto de resolver el misterio de

Harriet o porque nos hemos topado con un asesino en serie que no ha sido todavía

descubierto?

—Las dos cosas tienen que estar relacionadas.

Mikael asintió con la cabeza.

—Si Harriet consiguió averiguar que existía un asesino en serie, es que éste

era alguien de su entorno. Si estudiamos la galería de personajes de los años

sesenta, hay, por lo menos, una veintena de candidatos posibles. En la actualidad

apenas si contamos con Harald Vanger, y me cuesta mucho creer que sea él, con

casi noventa y cinco años de edad, quien vaya corriendo por el bosque con un

rifle. No tendría fuerzas ni para levantar una escopeta de las de cazar alces.

Todas las personas son o demasiado viejas para ser consideradas peligrosas hoy

en día, o demasiado jóvenes para haber participado en los años cincuenta. Así

que eso nos devuelve a la casilla de salida.

—A no ser que se trate de dos personas que trabajan juntas. Una mayor y

otra más joven.

—Harald y Cecilia. No creo. Estoy convencido de que me dijo la verdad

cuando me aseguró que no era ella la de la foto de la ventana.

—Entonces, ¿quién era?

Abrieron el iBook de Mikael y dedicaron la siguiente hora a examinar en

La chica del dragón tatuadoWhere stories live. Discover now