Sábado, 26 de julio - Lunes, 28 de julio
A las diez de la mañana, Mikael recogió a Lisbeth Salander en la puerta de su
casa, en Lundagatan, y la llevó al crematorio del cementerio norte. La
acompañó durante el funeral. Lisbeth y Mikael eran, junto con la oficiante, los
únicos allí presentes hasta que, al comenzar la ceremonia, Dragan Armanskij
entró repentina y sigilosamente por la puerta. Saludó a Mikael con un movimiento
de cabeza y se situó detrás de Lisbeth poniéndole cuidadosamente una mano
sobre el hombro. Ella inclinó la cabeza sin mirarle, como si supiera quién se
hallaba a sus espaldas. Luego los ignoró a los dos.
Lisbeth no había contado nada sobre su madre, pero, al parecer, la reverenda
había hablado con alguien de la residencia donde falleció; Mikael comprendió
que la causa de la muerte había sido un derrame cerebral. Lisbeth no pronunció
palabra durante todo el acto. La reverenda perdió el hilo dos veces al dirigirse a
Lisbeth, quien la miró fijamente a los ojos sin contestar. Al terminar el funeral,
Lisbeth se dio la vuelta y se marchó sin dar las gracias ni despedirse de nadie.
Mikael y Dragan tomaron aire profundamente y se miraron de reojo. No tenían
ni idea de lo que estaba pasando por la cabeza de Lisbeth.
—Se encuentra muy mal —dijo Dragan.
—Ya me he dado cuenta —contestó Mikael—. Qué bien que hayas venido.
—No estoy tan seguro. —Armanskij clavó la mirada en Mikael—. ¿Os vais
otra vez para el norte? Échale un ojo.
Mikael se lo prometió. Se despidieron delante de la puerta de la iglesia.
Lisbeth ya esperaba en el coche.
Ella tenía que ir a Hedestad para buscar su moto y el equipo que tomó
prestado de Milton Security. No rompió el silencio hasta que pasaron Uppsala,
cuando le preguntó por el viaje a Australia. Mikael había aterrizado en Arlanda la
noche anterior, muy tarde, y sólo había dormido un par de horas. Durante el
trayecto le relató la historia de Harriet Vanger. Lisbeth Salander permaneció
callada durante media hora antes de abrir la boca.
—Bitch —soltó.
—¿Quién?
—La Harriet Vanger de los cojones. Si hubiese hecho algo en 1966, Martin
Vanger no habría seguido asesinando y violando a mujeres durante treinta y siete
años.
—Harriet conocía los asesinatos de su padre, pero no tenía ni idea de que
Martin estuviera involucrado. Huyó de un hermano que la violaba, y que
amenazaba con revelar que ella había ahogado a su padre si no hacía lo que él le
decía.
—Bullshit.
No hablaron más hasta que entraron en Hedestad. Lisbeth estaba de un humor
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