Prólogo

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    Mis padres me abandonaron a los siete años porque empecé  a dar problemas. Era una niña tranquila y casi no hablaba. Sufrí bullying desde los seis años por los chicos de diez. Me tiraban comida, basura, cualquier cosa que encontraran, me golpeaban y me dejaban en una esquina llorando. Recuerdo que a veces, un chico de unos  nueve años los espantaba y se sentaba a mi lado, me abrazaba y me acariciaba el pelo. Ahora que lo pienso, ni siquiera sé  su nombre, nunca se lo pregunté  y tampoco me fijé  mucho en su físico,  así  que  no  lo reconocería si lo viera. Creo que ese es el único asunto que me queda  pendiente de esos años.
    Llegó  el día  en que no pude aguantarme; esa fue mi primera pelea, a los siete años. Uno de esos idiotas se me acercó  y empezó a decirme lo mismo de siempre, lo empujé y cuando cayó al suelo, me senté encima de él y lo golpeé, pero lograron detenerme antes de que  me cansara. Le dejé  algunos moretones, nada grave, pero siguió molestándome al día  siguiente.  Con el tiempo y con cada pelea fui adquiriendo habilidades y más  fuerza; ya no eran simples moretones,   era sangre. Me convertí en una niña incansable, incontrolable, salvaje, violenta e impulsiva. Nada podía  detenerme cuando empezaba.
     A pesar de todo era inconsciente de lo que  pasaba en casa. A mi padre se le acababa la paciencia conmigo y mi madre le suplicaba todos los días que no me pegara. Una vez, en una de las tantas discusiones de mis padres, él  me tiró del brazo y me dijo que fuera a empacar mis cosas, que  me llevaría a un lugar donde podría golpear lo que quisiera y viviría allí un largo tiempo.
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     La temperatura descendía por cada kilómetro que recorría el auto. Llegamos a un edificio enorme en medio de la nada. Bajamos del coche y una señora nos esperaba en la puerta. Mi padre me entregó  a ella.
- No se preocupe, señor, la cuidaremos bien aquí.
- No me preocupo ya por ella, está  en sus manos, no en las mías - con eso mi padre se alejó hacia el camino y mi madre se agachó hasta mi altura.
- Tranquila, vendré  por ti en un mes. Te quiero - me besó  la frente y se fue.
     Esa fue la despedida de mis padres, yo sinceramente le creí  como una tonta a ella y aún  a mis dieciocho años espero el día  en que  decida volver.

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