Capítulo 20.

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      Kim.

   - ¡Kim, despierta! - Anna comienza a mover su mano al frente de mi rostro. Pestañeo un poco y me concentro en lo que dice - ¡Rápido, Kim! A la mesa cuatro y el filete, a la diez.
     Me muevo por el restaurant y dejo la comida en las mesas que me indicaron. Paso al baño y me echo un poco de agua en la cara. Desde ayer no pienso. No entiendo todavía, ¿cómo es que mi madre apareció muerta? Ni siquiera he llorado un poco, pero sigo desconcentrada, ajena del mundo. Salgo del baño y tropiezo con Jin cerca de la cocina. Él  me ayuda a levantarme del suelo.
   - ¿Estás bien? - pregunta y levanto la mirada, pero no logro mantenerla fija en sus ojos.
   - Sí. Lo- lo siento - me apresuro a responder y evito algún tipo de plática pasando por su lado.
   - Espera - me detengo - ¿Te pasa algo?. Te ves distraída.
   - Nada - le digo, pero de repente Jin me abraza y noto que había comenzado a llorar.
   - Ven, vamos a mi oficina - al entrar, me indica que tome asiento y me  trae un vaso con agua para después sentarse al frente de su escritorio - Cuéntamelo, olvídate de que soy tu jefe.
   - Es que... no sé si debería aceptar un caso.
   - No creo que sea esa una razón para llorar - me dice.
   - Ok... La verdad es que la víctima es mi madre, a la cual no veo hace casi quince años y quien me abandonó de niña.
   - Lo siento mucho. No sabía que tenía una historia tan trágica.
   - Esa parte es la de menos, Jin - él arrastra su silla por el suelo y se sienta a mi lado - ¿Tú que harías: aceptar o no?
   - A pesar de todo, Kimberly, es tu madre y si tienes la oportunidad de hacer justicia, es decir, encontrar al asesino, yo lo haría sin pensarlo - mi móvil  suena de repente: es Steve.
   - Hola, Steve.
   - Kim, ¿ cómo sigues? - me dice al otro lado del teléfono.
   - Igual. Oye, voy a aceptar hacerme cargo del caso. Hoy termino temprano,  ¿a qué hora puedo pasar por tu oficina?
   - Bien, me alegro de que hayas aceptado. Ven cuando quieras.
   - Ok, nos vemos.
   - Bye! - al colgar Jin me sonríe.
   - Gracias por el consejo - le digo devolviéndole la sonrisa - Es una buena oportunidad para cerrar de una vez mi pasado.
   - De nada - hace una pausa - Y ahora, levanta los ánimos que te tengo buenas noticias.
   - ¿Ah, si? - abro los ojos asombrada.
   - Me precipité un poco al hacerlo sin consultarte, pero sé que te va a gustar - vuelve a sonreír y sigue hablando - Tengo un amigo dueño de una empresa que se dedica a la construcción de hoteles y casas. Ahora  mismo, no es que esté en la quiebra sino que está  estancada. Le hace falta renovar su estilo. El problema es que mi amigo es bastante exigente con sus  empleados, quizás demasiado, pero no te preocupes: es un niño por dentro, literalmente - dice esto destacando la palabra "niño".
   - Es un buen negocio, pero ¿adónde quieres llegar?
   - A que es tan testarudo que despidió a todos sus diseñadores. Es verdad que ya no aportaban nuevas ideas y tenían un poco de trabajo acumulado - dice rodando los ojos - Sí,  "un poco", eso dice él.  En fin te recomendé y me dijo que te concedería una entrevista de trabajo.
   - ¿¡Qué!? ¿¡Cuándo!?.
   - En dos días.
   - Pero ni siquiera puedo usar zapatos de más de diez centímetros de alto por más de cinco minutos, mi maquillaje es muy sencillo, casi ausente y, ¿con qué ropa se supone que vaya?. ¡Y mi pelo!, ¿qué hago con mi pelo, Jin? - mi jefe se comienza a reír de mi reacción con su risa que suena como un limpiaparabrisas. No me puedo resistir y me uno a él.
   - Pero, ¿vas a ir, de verdad? - pregunta.
   - Por supuesto. Sería una gran oportunidad formar parte de un colectivo de diseñadores de una empresa.
   - Serías la única, ya te dije: despidió a los demás.
   - Da igual, quiero ese trabajo - hago una pausa - Ya debería ir a trabajar. El restaurant está lleno - me levanto y Jin me acompaña a la puerta - Gracias por todo.

  

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