Ojos Dorados

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Realmente la persona que conoció aquella noche era muy singular.

Después de que se presentaron, habían estado conversando de algunas cosas mientras pedían más bebidas al barman, solo que el peruano ya se había pasado de copas.

Según las conversaciones que tuvieron antes, al parecer ambos asistían a la misma universidad, solo que  mientras él iba a la Facultad de Psicología, Miguel iba a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas que estaba casi al otro extremo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. [1]

También supo que el de nacionalidad peruana actualmente vivía en un departamento junto a sus dos mejores amigos, Julio y Pedro, los cuales también eran de diferente nacionalidad al igual que él, sólo que éstos no estudiaban en el mismo lugar que Miguel. También supo que en aquella especial noche, sus mejores amigos le jugaron una mala broma, atrayendo al pelinegro hasta un bar gay, lo cual nunca se imaginó.

Era muy divertido, aún más cuando su acompañante se embriagaba de más y empezaba a decir unas cuantas incoherencias. Sin embargo, por aquel hecho no pudo hacer más que llevarlo a su casa; es decir, sí, trató que éste le diera la dirección de su propio departamento, pero el peruano estaba demasiado ido como para contestarle y así que solo comenzó a reírse.

Francisco no podía dejarlo solo, total había encontrado un posible gran amigo y no solo por esto; era muy descortés dejarlo en el bar ahí como si nada, aún sabiendo que éste no conocía de esos lugares, era muy mono[2] como para que otras personas pudieran aprovecharse de él.

Como pudo abrió la puerta del departamento en la que se estaba quedando por el momento mientras con su brazo diestro trataba de sostener a su acompañante, cualquiera que los viera quizás llegaría a pensamientos equivocados.

Por un momento lo dejó en el sofá por el cansancio, trató de estirarse y dejar sus cosas en la mesilla de la sala; también, mientras el peruano estaba moribundo en el sillón, le quitó por el momento su celular y billetera que tenía en mano, en serio era muy conveniente haberlo traído a su departamento, cualquier maleante que lo viera en ese estado etílico no dudaría en despojarlo de sus pertenencias.

Luego de estirarse y masajearse el cuello y hombros como era debido, cargó como pudo a su pequeño acompañante; sí, tal vez se veía de su misma edad pero su estatura no le hacía justicia. En conclusión, era una monada.

Lo llevó hasta su habitación y lo dejó por un instante en su cama, el cual éste no dudó en adueñarse de ella, quizás iba a ser difícil tratar de acomodarlo para que pueda dormir bien, así que lo dejó ahí, para que durmiera plácidamente ya que era de madrugada y pues él también estaba muy cansado como para hacer algo más.

Se despidió del bello durmiente con una sincera sonrisa, quizás la primera verdadera desde que había llegado a ese país. Esperaba que estuviera bien y si las cosas resultaban mejor, que estrecharan vínculos de amistad, ya que aquella noche pudo notar que no solo era divertido o amable por la primera vez que le habló, sino que era una gran coincidencia todo lo que tenían en común, quizás era cosa del destino que justo en aquel tormentoso día los amigos de Miguel le hayan jugado aquella pesada broma, quizás.

 Esperaba que estuviera bien y si las cosas resultaban mejor, que estrecharan vínculos de amistad, ya que aquella noche pudo notar que no solo era divertido o amable por la primera vez que le habló, sino que era una gran coincidencia todo lo que t...

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