Demasiado enamorado

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Recordaba aquel día en que le llegó un mensaje de Miguel diciendo que culminó su relación con Francisco; en un primer momento, no podía creerlo; de hecho momentáneamente se quedó sin habla y para la burla de sus propios padres.

Pedro no podía negarlo, aquella noticia alegró su día y aún más, toda su vida.

No era como si Miguel no hubiese terminado su relación con Francisco mucho antes, sin embargo, era la primera vez que el menor lo hacía por cuenta propia; es por eso que cuando llegó a Perú, lo primero que hizo fue felicitarlo mucho y organizar un festejo para ese pendejo.

Las cosas buenas debían celebrarse, por fin su amigo hizo algo bueno.

Pasaron los días, semanas e inclusive meses, en las cuales la vida de los tres se normalizaron, todo era como antes de conocer a esa persona innombrable, era como siempre debió haber sido.

Pedro preparaba sus papeles para ingresar a una universidad privada que tenga convenio con el instituto en que formó su carrera técnica; Julio recién ingresaba a su octavo ciclo de su carrera universitaria; y Miguel a parte de ingresar a su quinto año en Derecho también encontró dónde realizar sus prácticas pre-profesionales en un estudio jurídico por Cercado de Lima.

Los tres ahora tenían nuevas metas, nuevos objetivos, todo estaba bien; sin embargo, por cada día que pasaba, los sentimientos del mayor hacia Miguel, se iban incrementando.

Cuando empezó su enamoramiento por su mejor amigo, no se atrevió a decírselo por miedo al rechazo, además de que se notaba que su interés no estaba en él.

Después de eso, estuvo el largo tiempo en donde su amigo tuvo una relación tóxica con el ecuatoriano, en la cual Pedro no había hecho más que resignarse a su pobre amor unilateral, pero aún así estando para Miguel cuando él más lo necesite.

Cuando se enteró del rompimiento definitivo de aquella infructífera relación, Pedro se contuvo porque todavía era muy apresurado; Miguel apenas había terminado una relación, y probablemente lo que necesitaba era tiempo.

Pedro decidió esperar, no importaba cuanto tardara, él siempre estaría a su lado.

Es entonces que, los meses pasaron, vivieron varios momentos entre ellos, pero cada vez se le hacía más difícil no sucumbir ante los encantos de Miguel.

Pedro optó por invitarlo a cada lugar al que él fuese, reuniones, fiestas, a pasear por ahí; y Miguel siempre le acompañaba.

Se acercaron mucho últimamente, es por ello que las esperanzas del mayor se arraigaron, de verdad quería tener al menos una oportunidad.

Una noche de agosto, después de una larga jornada laboral tanto para él y para Miguel, junto a Julio y Daniel decidieron ir a una de las tantas discotecas abiertas por San Miguel, donde más que nada iban para disfrutar de las bebidas, o como lo decía el peruano «disfrutar de un viernes jurídico»

Julio y su novio se alejaron un poco de ellos para perderse por el lugar; interiormente Pedro les agradecía; pero lamentablemente por unos momentos Pedro tuvo que retirarse a los servicios, dejando así solo a Miguel, quien no desaprovechaba la oportunidad para seguir bebiendo; al parecer los penalistas son muy buenos bebedores.

Cuando volvió, el menor ya no se encontraba ahí, es por ello que se preocupó y trató de buscarlo por el lugar; ante la negativa, se vio obligado a salir del local en busca de Miguel.

A unos cortos metros de la entrada del local, pudo visualizar la inconfundible figura de su mejor amigo; sin embargo, no estaba solo.

Miguel se encontraba de espaldas, y la persona quien lo acompañaba ni se daba cuenta de su presencia; es por eso que al acercarse pudo oír una parte de su conversación.

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