Terminemos con esto

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Miguel se encontraba nuevamente en aquel parque contiguo a su universidad, de nuevo caminaba por los alredores buscando a la misma persona de aquella vez, incluso casi en el mismo contexto, solo que ahora la posición de las personas sería diferente.

Después de unos cuantos pasos logró visualizar a Francisco, justo en el mismo lugar de la vez pasada.

La vida era tan irónica.

Miguel se acercó a él mientras analizaba los costados, la situación por sí misma; incluso cuando el mayor se dio cuenta de su presencia y por ende le saludó con una gran sonrisa emotiva, el menor no cambió su expresión.

Sin emociones, sin gestos, y con seriedad.

Ya no era lo mismo.

La sonrisa de Francisco menguó al verlo de esa manera, mas aún trataba de conservar aquella, para que el ambiente no se tornara tan incómodo.

— ¡Miguel, hola! — Dijo el mayor apenas Miguel se detuvo frente a él.

No obtuvo respuesta.

Miguel en cambio, lo veía detenidamente, sin decir palabra alguna, pensando en lo que diría, recordando muchas cosas.

Francisco por unos segundos también se quedó sin habla; el comportamiento de Miguel era extraño, aún así no se quejó, lo único que hizo fue seguir hablando hasta que también lo hiciera su amado.

— De verdad me sorprendió un poco que me hayas citado aquí. — Dijo nervioso. — Considerando los recuerdos no gratos en este lugar. — Sonrió apenado.

Miguel escuchaba cada palabra que salía de los labios del mayor, y solo en aquella frase pudo concordar con él.

La mirada del menor se desvió al lugar que los rodeaba, a la poca gente que pasaba o yacía en aquel parque; la situación se parecía tanto a aquella vez, en verdad los recuerdos eran no deseados, no los quería rememorar, pero lo hacía.

Después de su análisis del lugar, su mirada volvió al mayor que se veía un tanto desesperado por las nulas palabras suyas, ya podía incluso saber, el temor y el nerviosismo que experimentaba el ecuatoriano.

Sonrió para sus adentros.

— Creo que sabes para que te he citado hoy aquí, ¿No?— Después del largo tiempo de silencio, Miguel por fin habló, pero esto solo era para ser breve y conciso. Ya estaba harto de los rodeos.

Francisco se sorprendió por aquellas palabras en el momento mismo de haberlas escuchado, su obscura mirada denotaba muchas emociones, y entre ellas, la resignación.

Sin embargo, se quedó en silencio.

Miguel lo tomó como una aceptación tácita.

— Bien. — Continuó. — Esto lo hará más rápido.

Surgió otro breve silencio entre ellos, un breve silencio de la que Francisco no quería escapar jamás.

Miguel lucía su natural belleza desbordando en las afueras, con aquellos hermosos ojos dorados que ahora carecían de su singular brillo, así como de sus finos labios que esta vez no mostraban su radiante sonrisa que siempre lo acompañaba. Se veía tan hermoso, tan cercano, pero a la vez tan inalcanzable.

— Terminemos con esto.

Si bien Francisco ya se esperaba algo como eso, el pesar de oír esas palabras era inmenso, la consternación impuesta y el dolor acrecentado se relataban en su mirada.

Él daría todo lo que tuviese y más por jamás oír esas palabras saliendo de los dulces labios de su novio.

Más aún ya había ocurrido, la opresión en su pecho era una prueba de eso, la ansiedad que sentía y la depresión que padecía hacían mella en él.

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