¿Será que es amor?

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¡Llevaban un par de horas de retraso!

La fiesta supuestamente empezaba a las 8 de la noche, aunque por estar en Perú era normal que comenzara una hora después; sin embargo, ellos ya se habían pasado del límite.

Había acordado encontrarse con Pedro en el Puerto de Pucusana [1] para ir juntos a tomar un bote hacia la famosa «Ballena» que era aquella enorme casa en medio del mar.

Iba junto a Francisco, también le invitó a la fiesta, quien por cierto aceptó gustosamente.

Ellos quedaron por reunirse en un punto en específico, siendo que, el único que cumplió con el horario de llegada fue su amigo ecuatoriano.

No sabía cómo pero entre bañarse, escoger el atuendo que usaría y el alistamiento en general, se tomó horas, bueno quizás fue porque no pudo controlar el revisar algunas de sus redes sociales que le hicieron perder la noción del tiempo. Cuando se dio cuenta ya iba una hora tarde.

Al encontrarse con el pobre Francisco que lo esperó todo ese tiempo, decidieron comprar un par de vinos para añadir a la fiesta. Al tomar el bus que los llevaría hasta Pucusana se demoraron otra hora más, por lo lento de éste en época de verano así como también por las carreteras que estaban siendo remodeladas por el sur, debido a aquello, el bus tuvo que tomar otra ruta, una pedregosa.

— Hoy conocerás a Pedro, mi mejor amigo. — Hizo una corta pausa. — Bueno uno de mis dos mejores amigos. — Su entusiasmo era evidente.

— Sí, lo sé, espero caerle bien.

— Bueno... aunque por el comienzo no se vea muy amigable... — Aún recordaba la aberración que le tenía su mejor amigo a Francisco; sin embargo, esperaba que cuando ambos se conocieran mejor, ellos pudieran llevarse bien. — Él es una gran persona, muy divertida y que se preocupa por los suyos, solo es cuestión de conocerlo mejor. — Trató de disculparlo de antemano por si su amigo se comportaba desagradable con el ecuatoriano.

— Estoy seguro de que si tu mejor amigo es igual de agradable que tú, entonces para mí está bien. — Su sonrisa era tranquilizante en medio del camino.

Ya habían llegado al último paradero del bus, por lo cual guió a su amigo hasta encontrarse con la playa de aquel lugar y por ende estar más cerca de donde se encontraría con Pedro.

— Me encantaría demasiado que ustedes se vuelvan amigos. — Dijo sincero.

— A mí también, Miguel.

Divisó a lo lejos a ese inconfundible porte del mexicano, por algo lo conocía desde hace más de una década.

Se adelantó a su amigo para ir al encuentro de Pedro.

Pedro al ver el acercamiento de su mejor amigo soltó un suspiro de alivio y alegría por la efusividad del peruano; sin embargo, era notorio el desagrado cuando vio al acompañante de Miguel que aún estaba un poco lejos de ellos.

— ¡Pedro! ¡Ya estamos aquí! — El peruano quedó a unos pasos de él para mostrarle una de aquellas sonrisas alegres que siempre regalaba a todos.

— ¡Hasta que llegaste, culero! ¡Dos horas de retraso! — Le recriminó.

— Ya sabes... es la hora peruana. — Bromeó ante lo cual Pedro rodó los ojos.

— ¡Paras chingando, nada más!

— Por cierto... ahí viene Francisco, por favor trátalo bien.

El más alto bufó.

— ¡No pidas imposibles, culón! Sabes que me desagrada ese bastardo y eso no cambiará.

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