El comienzo del fin...

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—¡¿Miguel?! —Francisco lo detuvo.

Miguel rodó los ojos.

—¿Qué fue eso? —Sin embargo, el más alto continuó.

Miguel no dijo nada, si bien el ecuatoriano lo detuvo para hacerle frente, eso no significaba que él tuviera que hablar.

Así que desvió su mirada lejos de los orbes marrones.

—¿Miguel? —Ahora Francisco se veía realmente confundido, obviando su molestia anterior.

—Si ya terminaste, me tengo que ir. — Sonaba cortante, para nada cercano al Miguel que Francisco conocía.

—¿Qué pasa, Miguel? ¿Por qué estás así?

—No sé de qué estas hablando.

—¡Miguel, no te entiendo! Apenas te veo, y aquella chica se mostraba muy pegada a ti... —Le interrumpió.

—No pasa nada, Francisco. Ahora por favor, me tengo que ir, tengo muchas cosas que hacer. —Su tono cortante no cambiaba, realmente le había dolido que Francisco lo evite.

—¿Cómo que no pasa nada, Miguel? Te estás comportando tan frío conmigo, y ni si quiera sé el porqué.

—No es de tu incumbencia, Francisco.

Hubo un largo silencio.

Ambos se sostuvieron la mirada. Unos fríos orbes dorados contra los turbulentos orbes café.

—Ya veo. —Murmuró el mayor.

—Sí, y si me disculpas, tengo muchos deberes que hacer. Adiós. — Sin más se alejó de Francisco, sin arrepentimiento, sin nada.

El ecuatoriano de lejos veía como su adorado Miguel se alejaba aún más de él. No despegaba su mirada de él, no podía. De alguna manera aquella actitud solo le recordaba a su pasado, el pasado que milagrosamente el peruano lo estaba sacando para luego hundirlo más en él.

Francisco se marchó, después de eso no pensó más, solo quería llegar a su habitación y perderse.

Francisco se marchó, después de eso no pensó más, solo quería llegar a su habitación y perderse

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«¿Qué ha pasado?» «¿Por qué estás así, Miguel?»
«Pff, ¡Es un idiota!»

El peruano murmuraba para sí mismo mientras iba caminado en dirección a su departamento.

¿Acaso tenía el derecho de venir y preguntarle aquello después de todo ese tiempo ignorandole?

¡Pues no! ¡No tenía el derecho!

Se sentía molesto, traicionado, realmente afectado por todo eso, y aún así aquel novio suyo venía como si nada a exigirle explicaciones sobre su amiga.

¡Pff!

A cada paso apresurado que daba por la molestia, iba rememorando el corto momento de su encuentro.

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