Final: El inicio de su felicidad

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Ya había pasado casi un año desde la ruptura de Miguel y Francisco; meses desde la confesión de Pedro; de hecho nuevamente se acercaba Navidad. Era la segunda semana de Diciembre; Julio y Pedro aún tenían clases, mientras Miguel se encontraba completamente libre de su año académico.

Miguel se fue unas semanas a su casa para poder estar al lado de su familia, pero regresaría algunos días tanto a la universidad como a su departamento.

Si bien Pedro fue rechazado hace algunos meses, el sentimiento de amor por Miguel seguía permaneciendo.

No podía negarlo, era un tanto doloroso, pero Pedro confiaba con que el paso del tiempo haría su trabajo; no obstante, muy en el fondo, él conservaba una nimia esperanza en ellos.

Ambos decidieron tácitamente guardarse ese secreto, tanto para Julio e Itzel.

Ahora que recordaba a su hermana, Pedro sabía que ella seguía siendo amiga de ese bastardo de Francisco; e incluso algunas veces se visitaban entre ellos; él no dijo nada, para no ocasionar otro problema; esperaba que su hermana al final tomara la decisión correcta.

Todos sus amigos comunes se llegaron a enterar de las razones del peruano para terminar con Francisco; absolutamente todos le habían dado la razón a Miguel, y ya ninguno -más que Itzel- tenía alguna comunicación con el ecuatoriano.

El tiempo pasó tan rápido para algunos, y para otros ni siquiera era perceptible; mas lo que sí pudo observar con detenimiento fue el avance de su amigo.

Recordaba que desde aquel día en que vio la crueldad de Miguel al rechazar a un muchacho en la discoteca; el mayor se puso a pensar con detenimiento hasta llegar a la conclusión de que las sonrisas de su amigo carecían de algo.

Desde que Miguel había terminado definitivamente con Francisco, los días pasaron como si nada; de celebración en celebración, con bromas y burlas. En todo ello, Miguel nunca dejó de sonreír, como siempre se le caracterizaba.

A Pedro le encantaba su sonrisa, estaba tan obnubilado por ella, que difícilmente se había puesto a pensar en el transfondo.

Es por ello que desde hace unos meses, Pedro se dio cuenta que la sonrisa de su amigo carecía de calidez, su mirada carecía del brillo de su alegría, sus acciones que antes eran infantiles, ya no tenían la misma pasión con la que Miguel siempre se entregaba.

Miguel había cambiado.

Pero en las últimas semanas en las cuales las había pasado más en familia, podía observar que poco a poco Miguel volvía a ser el de antes.

La calidez, su alegría y pasión regresaban a él; Pedro sinceramente se alegraba por ello.

No sabía qué batalla había tenido su amigo para poder seguir adelante, pero estaba feliz de que haya salido victorioso.

Antes Miguel estaba destruido, pero ahora se había reparado. Y solo bastó él; esto es, nadie más que el propio Miguel para lograrlo.

Miguel era demasiado fuerte; y Pedro lo amaba aún más.

Miguel era demasiado fuerte; y Pedro lo amaba aún más

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