Como un robot

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Miguel lo hizo, realmente terminó con Francisco, y por primera vez en tantos años se sentía libre, de toda angustia, de todo drama, de toda emoción.

Aquel día en que acabó definitivamente su relación con Francisco, él se fue tranquilamente a su departamento, vio una película de comedia mientras cenaba tranquilamente pizza que pidió en delivery.

Miguel ya acostado en su habitación agarró su celular, eliminó cada foto y recuerdo que tenía con el ecuatoriano, incluido su número de contacto; mas no hizo más.

¿Bloquearlo de sus redes sociales? ¿Bloquearlo de Whatsapp?
Pff, eso era infantil, es más, no le importaba lo suficiente como para llegar a esos extremos.

De una u otra manera, inconscientemente el menor quería demostrarle que ya no le importaba ni interesaba nada respecto a él.

No obstante, el rencor por todo lo sufrido estaba latente; Miguel trataba de no evocarlo, de no pensarlo, era mejor si se sumía en la indiferencia y mas bien se concentraba en él mismo, en su futuro, en lo que haría después.

Miguel quería ser egoísta, de una manera se lo merecía.

Al día siguiente, el menor les envió un mensaje a sus mejores amigos sobre lo ocurrido, y como era de esperarse, éstos lo felicitaron, estaban felices de que al fin Miguel tomara una buena decisión.

Tres días después de aquél, Pedro volvió a Perú - Julio no pudo hacerlo, ya que estaría en familia por esos meses de vacaciones. - es así que el mayor no desaprovechó la oportunidad de organizar un festejo por la ruptura de la relación de su mejor amigo, obviamente que Miguel aceptó de buen gusto; total, esos festejos siempre tenían una buena cantidad de bebidas alcohólicas, algo que le encantaba al peruano y mexicano por igual.

Estuvieron comiendo golosinas, bebiendo hasta el cansancio mientras veían una película de parodia que se estaba dando por «DIRECTV».

Pedro se veía muy feliz, mientras mandaba a la verga a Francisco y lo insultaba a sobremanera. Miguel no se quedó atrás, así que ambos lo insultaron después de aguantarse por muchos años.

Quien cayó en la inconsciencia primero fue Pedro, ya que sólo tomó bebidas fuertes, mientras que Miguel a pesar de haber tomado las bebidas que tienen más grado de alcohol- estos son las bebidas alcohólicas dulces- la cantidad hizo la diferencia.

Miguel se quedó observando a su amigo, cuyo rostro yacía recostado en la mesilla de noche, así como al desorden que causaron por esa noche en su departamento.

Sería una muy buena oportunidad para buscar un plumón indeleble y así poder garabatear en su cara cosas obscenas; después podría tomar muchas fotos, enviárselas a todos sus conocidos, subirlo a Internet y hacer una gigantografía de eso.

Todo eso sería muy divertido de hacer, mas ahora a Miguel ni le apetecía esa idea.

¿Qué cambió?

Todo.

Se dio cuenta al segundo día de haber terminado su relación; Miguel era incapaz de sentir emoción alguna.

No reía, no se entristecía, no se enojaba, lo único que podía experimentar era la indiferencia.

Miguel cambió tanto en tan poco tiempo, que incluso debería haberse enojado porque Francisco lo destruyó como tal, pero incluso eso ahora resultaba agotador.

La sonrisa que mostraba delante de sus amigos, delante de las personas, ahora solo era una simple fachada.

Miguel podría decirte que ahora es feliz, mas no era lo que sentía. Realmente perdió la capacidad de emocionarse; como si fuera una máquina, un robot.

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