Capítulo 18.

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Lucy's POV.

Quién no sabe controlar sus miedos, acabará perdiéndolo todo.

Lucy Evans estaba en un rincón, acurrucada en posición fetal entre la oscuridad

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Lucy Evans estaba en un rincón, acurrucada en posición fetal entre la oscuridad.

Una marabunta de fuego la rodeaba acercándose peligrosamente a ella. Gritó entre sollozos, pero no podía controlarlo. Con lenguas de fuego su piel empezó a arder entre éstas provocando que su cuerpo se quemará y soltará un feo humo gris.

Aulló del dolor, era como si estuviera siendo comida por el fuego hasta acabar en cenizas. Nunca había sentido algo así y era horrible. Tenía mucho miedo, pidió ayuda a la nada e intentó escapar pero con solo dar un paso la intensidad del calor aumentaba haciéndola arder aún más rápido, reteniéndola y obligándola a mantenerse quieta. De ese modo parecía que podía aguantar durante más tiempo y que la locura tardara en llegar.

Estaba en llamas y dolía tanto como si estuviera en el mismísimo Infierno. No entendía porque era así, ella supuestamente podía controlar el fuego. ¿Por qué no podía con éste?

La oscuridad cada vez era más grande, tanto que tenía la sensación de estar cayendo en un vacío aún rodeada por las llamas que la envolvían convirtiéndola en una estrella: una bola de luz y fuego que flotaba.

Poco a poco, sus fuerzas se desvanecían. Solo quería cerrar los ojos y que el dolor se fuera sin más. Pero sabia que entonces, no volvería a despertar jamás.

Justo cuando estaba apunto de rendirse, con los ojos medio cerrados y la cabeza dándole vueltas: oyó unos pasos.

Alzó la cabeza para encontrarse con unos ojos del negro más puro que había visto jamás, incluso tanto como la oscuridad que les rodeaba. Lo más curioso de todo es que eran tan vacíos que sentía como si pudiera ver a través de ellos.

Con esa imagen en la cabeza, se desmayó.

Cuando volvió a abrir los ojos, estaba tirada en el suelo y bajo un cielo del azul más claro que había visto nunca y un sol brillante y resplandeciente. Se levantó, estaba en medio de un bosque. No tenía ninguna herida ni cicatriz, como si lo de antes nunca hubiera pasado.

—Veo que aún tienes mucho por aprender, hija del fuego —habló una voz detrás suya.

Ella se giró encontrándose con un chico alto de pelo y ojos negros y piel tan pálida como un fantasma estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la hierba. Tenía una llama se fuego azul sobre sus manos.

El Renacer del Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora