Capítulo 27: Falda

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       ¿Cómo es posible? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo logra? Maldita sea. Fifi se despertará si no paro de pensar en lo bien que ese jodido traje tradicional le marca el culo y el paquete. Y REALMENTE AHORITA, NO ES MOMENTO. Estamos con los socios de Myanmar en un almuerzo de bienvenida, donde soy uno de los focos centrales, ya que, como nuevo jefe de restaurantes, quieren sorprenderme. Y se nota.

       Sé que se preguntan cuál es mi nuevo drama, y no los dejaré con la duda. Solo diré: ¿Cómo puede verse un hombre tan masculino con una maldita falda larga? Porque yo también llevo una puesta y mi masculinidad visual ha bajado. Parezco como toda una dama vestido así. Aunque tampoco me quejo mucho, me hace sentir poderoso. Maldita sea.

       Añadiendo el hecho que me veo sexy. ¡Pero de eso no estamos hablando! Él se ve sexy y macho. Haciendo que quiera que me parta el culo justo ahora, frente a todas estas personas si es necesario y sí, lo dice el que normalmente es activo y que usualmente le quiere meter a todo hombre pequeño que le parezca bonito. Sí, se me salen mis instintos exhibicionistas y pasivos con él.

       Durante el almuerzo permanezco callado, centrándome en los sabores y he de decir que me agradan bastante, ya quiero ver el interior de la cocina, si es el mismo ambiente que en las anteriores, es algo muy importante para mí, como jefe, que todos se lleven bien, o por lo menos, que se soporten durante las horas de trabajo.

       Perdido entre una salsa tradicional, siento una mano, o mejor dicho, su mano, acariciando mi pierna. Obviamente, pego mi brinquito gay que intento disimular con un estornudo.

—¿Qué está haciendo? – Pregunto con la mandíbula apretada, intentando no separar mucho los labios. –

—Desaburriéndome de este almuerzo. – Contesta de igual forma. –

—¿Se da cuenta que usted es el protagonista de esta reunión? – Susurro con la cabeza agachada. –

       Conteniendo cualquier suspiro o raro sonido que pueda salir de mí. Lo cual es muy difícil cuando pasea su mano por mi muslo, apretándolo de vez en vez.

—Ni tanto, mírelos, hablando entre ello. – Paseo mi mirada por la mesa, y sí, en efecto, podría notar que hasta de cierta forma nos ignoran. –

       PERO NO E MOTIVO PARA QUE QUIERA ENCENDERME EN PLENA REUNIÓN.

—Debería continuar comiendo, señor Phiravich. – Saco disimuladamente su mano de mi cuerpo. –

—¿No debería ir al servicio* mejor? – Susurra casi inaudible. –

        Naturalmente me sonrojo, mirando a todos nuevamente, bien, nadie lo escuchó.

—¿Quiere que le acompañe? – Pregunto con burla. –

        Ahora es su turno de tener las orejas rojas. Sonrío triunfante.

—Obviamente. – Se levanta lentamente de la mesa. —Con permiso. – Hace una reverencia juntando sus manos. Maldito. –

       Espero unos minutos a que todos vuelvan a lo suyo sin prestarle atención a la sensualidad andante que acaba de retirarse al baño y hago lo mismo, tratando de no parecer obvio. Porque no es raro ir tras un socio al servicio minutos después de que se fue ¿No? Ya saben, para hablar de negocios íntimamente.

       ¿A quién quiero engañar? Es casi obvio que a lo mejor hagamos una pequeña lucha de espaditas en el baño. Por alguna razón recordé a los protagonistas de Harry Potter. Reprimo una carcajada. E ingreso. Si preguntan, decimos que es un musical y ya está.

Amor de Aeropuerto - MeanPlan/2wishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora