Capítulo 34: Cocina romántica

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—Ahora cortamos aquí. – Le señalo con el cuchillo algunas ramas. –

           Él se había encargado personalmente, de ordenar que nos trajeran los ingredientes necesarios para cocinar, aunque solo nos quedaremos una noche acá. Pero no importa, por lo menos él se preocupa de que todo salga perfecto. Y eso me agrada. Solo que es muy raro para mí, ser tratado como un sugar baby, siendo complacido en TODO, literalmente, todo lo que yo quiera, el joven Mean Phiravich, es capaz de dármelo.

—Enséñeme cómo hacerlo. – Se posiciona detrás de mí. –

         Su mano rodea la mía en la que tengo el cuchillo, la otra mano la afianza en la mesa y reposa su mentón en mi hombro. De repente me siento en una peli romántica, de esas que veo con mamá.

—Es fácil... - Empiezo a mover ligeramente mi muñeca cortando pequeños trozos. —¿Lo ve?

—Mmmm... - Afirma en un suspiro. –

         Terminamos de cortar las ramas en esa posición, que me hacía sentir muy cálido, y lograba mantener a los Bob's Esponjas de mi mente en paz. Todo yo me siento en paz. Y eso es mucho decir. Deshago, muy a mi pesar su abrazo, para verter en la olla el picadillo. Tapo la olla y ajusto la alarma para cuando esté listo.

—Bien, solo queda esperar que cocine. – Me giro encarándolo. Maldita sea, nunca estoy preparado para la belleza de este dio griego. Parece que me abofeteara siempre que lo miro.

         Decido salirme por la tangente y opto por lavarme las manos, ignorando la mirada que se clava en mi nuca. Vale, lo acepto, la mirada de mi socio me hace sentir como la presa de la situación. O como un gatito indefenso.

—¿Qué le parece escuchar algo de música? – Propone a mis espaldas con su típico tono seductor. –

         Naturalmente no puedo no pegar mi típico brinquito gay. Joder, pensé que ya lo habíamos superado, pero ya veo que no. Me giro quedando muy cerca de su rostro. Mierda, de cerca es más guapo. Aunque esto ya lo sabía, no me había parado a analizarlo, pues siempre que está así de cerca, es por otros motivos que logran que mi mente sea un caos, si saben a lo que me refiero. Asiento y él toma mi mano arrastrándome hasta la sala de estar. Como siempre, bruto.

         Él se aproxima al radio y lo prende, sintonizando alguna emisora con música lenta y se sienta muy apegado a mí. Correspondo a su cariño posando mi cabeza en su pecho. Hoy ha sido un día muy romántico y no me he muerto. Al fin y al cabo, creo que sí puedo llegar a acostumbrarme a esto. Me rodea con sus brazos y aunque estemos en otro país, me hace sentir en casa. ¿Qué mierda? Paren el mundo, quiero bajarme a orinar. What? Eso sonó demasiado cursi en mi cabeza. No puedo creerlo.

          Solo espero no haberlo dicho en voz alta. Por favor.

—¿En qué piensa? – Pregunta de repente. –

—En nada. – Sí claro, si pudiera entrar en mi mente 5 minutos, se vuelve loco, no soportaría a Bob Mandón y a Bob Estúpido. –

—Tiene las orejas rojas. – Se burla. –

—Ya, usted. – Me muevo de ese cómodo sitio, siendo detenido por sus brazos. –

—Shh, ya, ya. Disfrute la música. – Empieza por acariciar mi cadera suavemente. –

          Interna su mano entre mis ropas, acariciando lentamente mi piel, la cual se eriza con su contacto, sí, mi piel es la que más me exhibe ante él. Naturalmente el ambiente empieza a calentarse, la música sensual de fondo le coloca un toque especial a la experiencia.

Amor de Aeropuerto - MeanPlan/2wishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora