uno☆

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Paso mis manos sobre la tela de la falda café para alisar cualquier posible arruga mientras le lanzo una mirada cohibida al reflejo del espejo, a la chica de cabello negro liso y largo y ojos igual de oscuros; es como si no la conociera en lo absoluto.

Suelto un largo suspiro y me doy la vuelta, ignorando las tremendas ganas que tengo de no ir a la iglesia porque no ando en ánimos para pasar casi 3 horas escuchando al pastor Hemmings, realmente me gustan sus prédicas, es un buen hombre, la del problema soy yo. Simplemente no me siento bien, pero ir a la iglesia todos los domingos y miércoles es algo que no se niega o ignora en mi familia.

— ¡Juliette! —escucho el grito de mi madre desde abajo, lo que hace que tome mi bolso con mi celular y biblia adentro. Salgo apresurada de mi habitación antes de seguir quejándome y bajo las escaleras de madera con cuidado por los zapatos de tacón bajo que llevo—. Luces hermosa —es lo que dice mamá al verme, yo solamente le sonrío y observo cómo se coloca su fino collar favorito frente al espejo de la sala.

A lo lejos escucho a papá venir de la cocina, sus pasos resuenan en la casa.

—Nos vamos, familia —dice el hombre con ánimo.

Cuando nos montamos en el auto para ir a la iglesia me percato que los Clifford están haciendo lo mismo al otro lado de la calle. Sonrío al ver a Michael, el hijo mayor de la familia y mi mejor amigo ondearme la mano desde lejos.

No puedo evitar suspirar largo a medida que nos vamos acercando a la gran iglesia, papá ha puesto música evangélica en el auto y el aire acondicionado eriza la piel de mis brazos.

— ¡Hermana Liz! —saluda mi madre con alegría al ver a la esposa del pastor en la entrada del edificio con grandes ventanas.

—Hermana Carol, hermano John —le dice la mujer rubia a mis padres, para luego sonreírme a mí con demasiada ternura.

Jamás he dicho esto en voz alta, pero el asunto de llamarnos hermanos y hermanas entre las personas de la iglesia y comunidad siempre se me ha hecho tan extraño, pero solamente es un pensamiento, no estoy en contra.

— ¿Dónde está tu hijo? —pregunta papá, haciendo que mi atención se intensifique, veo a Liz y esta sonríe anchamente ante la mención de su muchacho.

Si tan sólo supiera.

Esfumo esos pensamientos, diciéndome a mí misma que esos no son mis asuntos, que lo que haga Luke fuera de todo esto no es mi problema, me recuerdo las palabras que soltó el rubio hacia mí y de repente me dan escalofríos, quiero culpar al aire acondicionado del lugar.

Pero recordar lo que pasó hace una semana es algo que he hecho estos últimas días; la mirada intensa de Luke sobre la mía y sus palabras cargadas de amenaza y enojo son algo que me hacen confundir.

—Deberías ir donde Luke, Juliette —aquella frase hace que rápidamente enfoque mi vista en las personas que tengo en frente. Mi madre asiente ante esa maravillosa idea que ha dado Liz—. Está ayudándole a los niños a decorar unos murales, ve.

Trago duro. Oh no.

—Está bien —me obligo a sonreírles antes de pasar por su lado y dirigirme al rincón que me han señalado. Inmediatamente mis ojos caen en él.

Luke lleva una camisa de vestir blanca presentada dentro de unos pantoles negros, su cabello medio largo está hacia un lado, dándole ese aspecto de jovialidad. Por supuesto que estoy consiente de su belleza, todas lo estamos. He perdido la cuenta de cuántas veces he oído decir lo lindo y bueno que es él por bocas de las demás chicas. Hubiese estado de acuerdo ante eso, quiero decir, yo antes lo creía, pero ahora no veo a Luke con los mismos ojos.

—Sheldon —saluda el rubio antes de que me acerque por completo, en su rostro tiene una sonrisa encantadora y eso me hace fruncir el ceño.

Me percato que a su lado está Mónica recortando unas imágenes y me siento levemente aliviada de no estar solo con él y niños. La castaña al verme me sonríe animadamente, yo hago lo mismo.

Mientras le ayudo a una niña a elegir qué imagen poner en el mural, veo de reojo a Luke, quien tiene su mirada puesta en mí, no noto ninguna emoción en sus ojos y eso es lo que me hace temblar. No entiendo que de un momento esté sonriéndome y siendo amable y que al otro me esté observando sigiloso y serio, casi con maldad. Oh Dios, por supuesto que lo hará, yo sé su secreto, es obvio que de ahora en adelante estaré dentro de su radar, y honestamente no sé si quiero eso.

—Creo que esta es mejor —me encuentro aclarando mi garganta para hablarle a la pequeña a mi lado mientras sostengo la imagen de una familia feliz.

—Déjame ver —interrumpe Luke de la nada, dejando lo que estaba haciendo para acercarse por completo a nosotras. La niña no se percata de la mirada que me lanza él y lo agradezco porque no necesito testigos de su hostilidad hacia mí.

Luke se pone a mi lado, inclinándose a la altura en la que estoy sentada, su respiración choca en mi mejilla a la vez que toma las imágenes que tengo en mano.

—Sí, creo que esta es mejor —dice él sonriéndole a la pequeña, entonces su mirada va directo a mí, algo en esta cambia repentinamente haciéndome poner nerviosa—. ¿Qué piensas Juliette? ¿Te gusta esa?

Asiento lentamente, apartando la mirada.

—Bien, entonces será esa —continua diciendo y mi cuerpo se tienza cuando siento su mano sobre mi hombro, ejerce presión sobre mi piel y por alguna razón me siento rara, mis mejillas arden a como nunca; Luke suelta una risa pequeña y prudente para luego darme unas palpadas sobre el hombro.

Y así cómo vino, se va, yéndose hacia donde están unos niños pegando hojas de colores en el mural sobre los valores.

Oh, Juliette.

No creo para nada que Luke vaya a dejarme en paz, no sabiendo que se junta con personas fuera de la iglesia que son mundanas que beben y fuman, cuando él es el hijo del pastor, el mejor muchacho de todos.

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dear god | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora