ocho☆

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Estaba equivocada, Luke sí puede salirse con la suya.

Y me molesta demasiado que él sepa muy bien que yo soy consciente de eso.

No presto atención a nada de lo que dice el Pastor Hemmings, ni siquiera cuando el resto aplaude con júbilo, nada puede hacer que vuelva en sí porque estoy demasiado enojada, furiosa diría yo. Estoy de brazos cruzados, una de mis piernas sobre la otra, con recato. Mamá está a mi lado, probablemente anotando cosas y pasajes bíblicos en su libreta y papá está a su lado oyendo todo atento.

Vuelvo a dirigir la mirada hacia al frente, donde está sentado Luke junto a su madre. Y el hecho de que luzca tan tranquilo después de lo que hizo me hace querer golpearle.

Luego de que hablaramos en el estacionamiento, Luke vino directo acá, donde mis padres y los suyos hablaban animadamente. Por un momento temí que todos estuviesen juntos, me había integrado a ellos sin problema, saludando a la familia Hemmings e ignorando al rubio que parecía todo un ángel caído del cielo.

Lo que vino después fue lo que casi me hace echarme hacia atrás del asombro.

"—Sr. Sheldon, con todo su respeto, me preguntaba si es posible que Juliette pueda salir conmigo el día de hoy."

Sus palabras siguen dando vueltas en mi cabeza, hasta ahora, la sensación de vergüenza y enojo combinadas está presente en mí.

En serio había tenido todo el descaro de perdirle a mi padre permiso para salir conmigo, y justo enfrete de los suyos. La cara de asombro de todos fue notable, más la mía. Me tuve que retener para decirle que no, de todos modos, no hubiese podido hacerlo porque papá había aceptado y ni hablar de mamá, ella había quedado fascinada ante la idea de que su hija saliese con el perfecto hijo del pastor.

Ahora temía por mí porque no sabía qué estaría planeando Luke con eso, desconozco sus intenciones por completo, pero de algo estoy segura y es que quería hacerme enojar al demostrarme que el control solo él lo posee.

¿Una cita? Qué rayos. Lo único cercano a una cita que alguna vez tuve en mi vida fue cuando un chico de la escuela me invitó a verlo jugar un partido de fútbol y luego me compró una soda. Tampoco es como que me gustara salir y divertirme con chicos, no debía y no estaba bien hacerlo. Mamá me enseñó que debo esperar por el indicado para casarme bajo los ojos de Dios, y honestamente, ese era mi plan... quiero decir, lo sigue siendo.

Cuando el culto termina, la mayoría se levanta para ir directo a la salida, otros se quedan conversando. Mamá y papá hacen lo segundo, por lo que no me molesto en levantarme de mi asiento, sigo de brazos cruzados y es seguro que mi ceño siga ligeramente fruncido.

—Escuché que Luke le pidió permiso a tu padre para llevarte a una cita —escucho decir de forma apresurada a Mónica, se ha sentado en la silla desocupada a mi lado y me ve con cierta emoción que no logro descifrar. Ah, sí, ella o cualquier otra persona no sabe cómo es Luke y por eso no están asqueadas a como yo.

—Sí, eso hizo.

Mi inclino hacia adelante y frunzo el ceño al notar al susodicho hablar por teléfono en una esquina alejada, mi mirada viaja al otro extremo y pongo los ojos en blanco al ver un grupo de chicas murmurar cosas de forma disimulada mientras le ven.

—Las demás dicen que eres suertuda, ya sabes, salir con el chico de oro.

Quiero corregirle y decir que es de bronce, o mejor dicho de lodo, pero me lo guardo.

—Una bendición de Dios —suelto, sé que tengo que tranquilizarme, por lo que tomo una gran bocana de aire y deshago el fuerte enlace entre mis brazos. Vuelvo a ver a Mónica y trato de sonreír—. ¿Qué puede salir mal? —cuestiono más para mí que para ella.

La castaña me ofrece una sonrisa reconfortante, pone una de sus manos sobre mi pierna de manera cómplice y entonces susurra:

—Estoy segura que con Luke nada puede salir mal.

Me quedo quieta, aprieto mis labios en una fisa línea y sé que es absurdo llevarle la contraria porque no sabe lo que yo sí, así que solo asiento, haciéndole creer que estoy de acuerdo.

Por supuesto que con Luke todo es un peligro, un peligro gigante. Hay señales de advertencia e indicio de pecado cerca de él. Ay, Juliette.

—Ahí viene —escucho en un murmurro emocionado, frunzo el ceño, pero mi cara pasa a una seria cuando observo de quién habla Mónica. Luke viene hacia nosotras, ambas manos dentro de los bolsillos de su pantalón, con postura firme y sonrisa carismática en el rostro. Claro, el Luke perfecto y libre de mal.

—Mónica, Juliette —saluda amigablemente, la castaña le sonríe ancho, pero yo solo le miro ceñuda—. Ah, Mónica, escuché que el grupo de jóvenes quiere hablar contigo sobre la organización del siguiente miércoles —le comunica él, con semblante atento.

—Ay, gracias, Luke —musita a la vez que se levanta del asiento, le veo alarmada, queriendo internamente decirle que se quede conmigo—. Nos vemos luego, adiós chicos.

Una vez estamos solos, Luke cambia radicalmente esa expresión servicial para sustituirla por una petulante. Me quedo tiesa al verle acercarse a mí, ocupa el lugar en el que estuvo Mónica, apoya su codo sobre sus pierna ahora cruzadas para luego sostener su barbilla en su puño, cierta postura de pensador arrogante.

Sus ojos no dejan de mirarme así que volteo a verle de la misma forma.

— ¿Emocionada por nuestra primera cita?

—Emocionada no es la palabra que usaría —contesto, me pego al respaldar de la silla y suspiro cansada—. ¿Qué pretendes, Luke? ¿Qué quieres? —cuestiono en un tono más bajo, él alza ambas cejas, parece pensar su respuesta.

—A ti.


dear god | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora