veintiocho☆

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Temía que algo como esto sucediese estando acá, pero era inevitable.

Estábamos almorzando al día siguiente en silencio, solo se podía escuchar el tintineo de los cubiertos sobre los platos y los leves suspiros que soltábamos. Luke parecía más serio de lo normal, su ceño fruncido y presionaba su tenedor con cierta dureza. El Sr. Hemmings era otro caso, el hombre parecía que se lo llevaba el diablo, sentí lástima por la Sra. Hemmings porque la pobre lucía preocupada, temiendo algo catastrófico. Y su estado de ánimo me lo contagió a mí porque conforme pasaba el tiempo, más temía que algo estallara.

No había sido intencional, pero sabía el motivo de aquellas miradas agresivas entre ambos hombres.

Andaba caminando por los pasillos de la cabaña luego de haber desayunado, Luke me había dicho que tenía que hablar con su padre, dijo que podía hacer lo que quisiera y la verdad es que no tenía ganas de sentarme a leer o pasar tiendo en mis redes sociales (en las cuales, Michael estaba de curioso sobre cómo me estaba yendo.) por lo que explorar alrededor me pareció perfecto. Tengo que admitir que medio recordaba a dónde quedaba cada cosa, o qué puerta era qué.

Así que había doblado hacia una esquina y a mis oídos llegaron gritos moderados, pero que eran audibles para cualquiera que pasara al lado de aquella puerta.

Supe que estaba afuera del despacho del Sr. Hemmings.

No quise quedarme a escuchar, no quería quedar como una fisgona o entrometida.

Al alejarme en silencio, escuché en el interior el estruendo de un vidrio estrellándose en el suelo.

Caminé con más prisa hasta la cocina, la Sra. Hemmings estaba ahí, pelando unas verduras para el almuerzo, la hallé tensa, sabía que su marido e hijo estaban discutiendo.

Simplemente me limité a ayudarle, ella me agradeció con una leve sonrisa apenada.

No vi a Luke hasta tiempo después.

— ¿Estás bien?

Mi pregunta no recibió respuesta clara, solo un ligero asentimiento de su parte.

Me tomó de la mano y nos llevó al balcón, donde estuvimos sentados en silencio, Luke enrollando sus brazos alrededor de mis hombros, su barbilla sobre mi cabeza y sus largos dedos dejando caricias en uno de mis brazos.

Comprendí que no quería hablar y eso estaba bien, no quería presionarle a que me contase algo que le disgustara.

Cuando llegó el almuerzo y todos nos fuimos a sentar al gran comedor, el ambiente se tornó pesado y tenso. Usualmente la Sra. Hemmings hacía comentarios sobre lo que había preparado, pero esta vez se mantuvo callada.

Notaba las miradas fugases que Luke le lanzaba a su padre para luego llevarse cucharadas a la boca y mascar como si nada pasara.

—Juliet, dime, ¿Cómo se porta mi hijo contigo?

Aquella pregunta me tomó por sorpresa, volteé a ver a Luke, quien solo se había tensado contra su asiento. Aclaré mi garganta y me encogí de hombros.

—Pues-

—No se habla en la mesa —intervino Luke, lanzándole una mirada fría a su progenitor—. Es tu regla.

El Sr. Hemmings se congeló, lleno de furia.

— ¿Cómo te atreves? —siseó el hombre.

—Luke —advirtió su madre con suplica.

—Hice una pregunta, quiero una respuesta —presionó Andrew, Luke tiró con fuerza su tenedor sobre el plato, haciéndome sobresaltar, pero no dijo o hizo nada más.

dear god | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora