diecinueve☆

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—Los demás del círculo de amistad estábamos hablando sobre que un color dorado se vería genial en las sillas —Mónica no ha parado de hablar desde que entramos al centro comercial, su emoción del aniversario de la iglesia que es en dos semanas es gigantesca. No puedo comprenderla.

Las tiendas han empezado a colgar adornos de navidad más notorios, en tres semanas y ya es 24. Siento que el tiempo ha pasado rápido desde mediados de noviembre cuando Luke y Michael salieron de vacaciones de fin de año.

Volteo a ver a Mónica, sigue con su parloteo, pero mi mente va hacia otro lado, o más bien a alguien.

No puedo evitar sonreír al recordar mi beso con Luke en su habitación, hace dos días. Sigo sorprendida de que la que acortó el espacio fui yo, ni siquiera lo pensé, pero siento que las cosas son mejores así, si no les doy vueltas y vueltas hasta que me duela la cabeza de pensar. He decidido ser más serena y llevadera.

Al llegar a la tienda de telas, donde es nuestro principal objetivo, Mónica entra primero, yendo a ver los pesados rollos en los estantes.

Mamá me hizo venir a recoger un pedido de yardas blancas para la decoración. Le iba a pedir a Luke que viniese conmigo, pero ella dijo que Mónica podría ser una buena compañía. Ja.

—Buenas tardes —saludo a las mujeres detrás del mostrador. Una señora canosa es quien viene a atenderme.

Le digo el nombre de mi madre y el pedido, mientras espero que saquen la tela y la coloquen en bolsas, Mónica viene a mi lado.

—La hermana Carol hizo una buena elección —musita observando el lienzo.

—Lo hizo —concuerdo. Mi madre estuvo días tratando de figurar qué tela elegir, por ende me arrastró a mí a su debate.

Mónica agarra las bolsas pesadas a la vez que me facturan, guardo el recibo y el cambio en mi bolso negro que llevo cruzado y ambas salimos del local.

Tomo una bolsa para ayudarle.

—Tenemos que ir a preguntar cómo van con las costuras de los manteles —le informo, ya aburrida y cansada.

En el camino Mónica ha decidido comprarse un cono de helado, la tentación de hacer lo mismo me inunda, pero me veo interrumpida de sacar mi billetera cuando siento un leve toque en mi hombro.

Extrañada me giro hacia la persona que me ha tocado, y puedo asegurar que mi alma se escapa de mi cuerpo cuando mis ojos ven a esa chica rubia platinada mostrándome una sonrisa pícara.

Bárbara.

—Mira, y pensé que los de su especie no podían venir a estos lugares —bromea a sabiendas que Mónica la ve confundida y espantada por su aspecto tan atrayente.

Lleva lo que creo es un corsé rosa de mangas de tira con patrón cuadriculado, y un lazo en el frente, dejando a la vista parte de su pecho y su ombligo perforado. Un pantalón flojo, negro y con varios bolsillos, a la altura de sus caderas y unos botines. Sin mencionar la cantidad de accesorios que lleva puesto: anillos, pulseras y collares.

Sé que Mónica no puede dejar de ver las cadenas con pentagramas y signos extraños y el septum en su nariz.

¿Cómo rayos le explico a Mónica de dónde conocí a Bárbara sin mencionar a Luke?

— ¿La conoces? —me susurra Mónica a mi lado.

— ¿Me conoces, Julieta? —añade la rubia con una mueca divertida.

—Eh, sí.

Bárbara ni siquiera se inmuta ante la mirada prejuiciosa de Mónica, no le interesa, más bien, creo que le da gracia.

dear god | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora