υlls dε lloρ

258 19 19
                                    

28 de Abril. 2014
Carrer de la Cera, 31-5. 08001. Barcelona.

~Enna

ㅡ ¡Héctor.. ! ¡Héctor, para! ㅡ me pongo delante de la puerta y le empujo para impedir que salga. Ha cogido su navaja de caza y se ha vestido a toda prisa. Está muy nervioso. ㅡ ¡Tienes que tranquilizarte! ¡Me estás asustando!

ㅡ Enna muévete. Ahora. ㅡ sus ojos me dan miedo, están inyectados en cólera y no me fío del peligro de sus palabras. No puedo apartarme y dejarle pasar.

ㅡ Escúchame. Es la una de la madrugada, vamos a pensarlo mejor. ¡No vas a ir a ver a ese tío con una navaja!

ㅡ ¡Mierda, ¿te crees que te estoy pidiendo puto permiso?! Te digo que ese cabrón me va a responder, y ahora ¡ quítate de en medio! ㅡ me empuja bruscamente y abre la puerta para salir.

Me niego a quedarme sola en el apartamento preguntándome lo que le pueda pasar. Voy corriendo a buscar las llaves. Estoy tan excitada que mis manos son torpes y cuando al fin las tengo, me apresuro a seguirle corriendo por las escaleras.

No me creo como hemos llegado a esto. ¿Todo por el logotipo de una americana? Según la información que hemos encontrado en internet el dueño del hotel se llama Maksimillian Zaslav, vive en un caserón grande en las afueras. Héctor cree que es el mismo hombre al que vio discutir con Félix aquel día.

Todo esto es demasiado para mí. Héctor está furioso y no me quiere escuchar. No he conseguido disuadirle en todo el trayecto. Acabamos de bajar del metro y estamos caminando hacia allí. Los árboles se alzan ante nuestros ojos como colosos que protegen el recinto, cercan el caserón al que nos dirigimos. No sé si es cosa de los nervios o del miedo que corroe mis venas a medida que los segundos se echan sobre mí, pero de verdad parece que el cielo es un gran agujero negro que va a engullirnos en cualquier momento. Mis manos están heladas. Me tiembla todo el cuerpo y no dejo de mirar hacia atrás.

Avanzamos por el césped, abriéndonos paso entre los arbustos. Son tan altos y espesos que parecen querer detener nuestra marcha, pero Héctor no se frena. Aunque me empeño en pararme ni siquiera hace el amago de esperarme y aminorar la marcha. Ya no está tan inquieto pero sigue enfrascado en sus pensamientos y es incapaz de pensar en mí. Esto es una pesadilla y lo peor es que sé que no puedo despertarme.

Cuando nos aproximamos a la entrada veo que hay una verja de más de tres metros que nos impide llegar a la puerta. Eso consigue tranquilizarme. No podemos entrar.

ㅡ Héctor... ㅡ le llamo agachada, entre los arbustos, susurrando como puedo, intentando hacer el menor ruido posible. ㅡ ¡Tenemos que irnos, por favor!

ㅡ ¡Shhht! ¡Cierra el pico! ㅡ contesta con la nariz pegada a los barrotes.

En las ventanas hay luz. Podemos escuchar cierto murmullo de gente que habla. Cada segundo se me hace eterno en esta posición y la oscuridad me asfixia. No sé a qué está esperando. Me quiero ir. Todo esto es una locura. No podemos estar seguros de que es la misma persona. Y aunque lo fuera, eso no nos asegura que pueda saber algo de Félix.

ㅡ Esto es inútil. ¡Ni siquiera podemos entrar, por favor, vámonos..!

ㅡ ¡Pírate tú! ¡Quién te mandaba venir, coño! ㅡ dice levantándose para empezar a trepar por la celosía.

Definitivamente ha perdido el juicio y siento que mi corazón no puede ir más deprisa. Siento el impulso de salir corriendo, pero no sería capaz de irme sin él, sin saber que está bien. No lo pienso dos veces para subir también por la verja. Sé que no voy a dejarlo solo. Me cuesta más de lo que pensaba, me sudan las manos y parece que el frío ha anulado parte de mi fuerza, pero al final llego al otro lado antes que él. Le ayudo a bajar con cuidado y nos movemos sigilosamente por el jardín, hasta una de las ventanas iluminadas.

PVERTΔS CEЯЯΛDΔS _Donde viven las historias. Descúbrelo ahora