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3 de Octubre. 2009
19325, Tordellego. Guadalajara. España


~ Enna

Sus ojos parecían incapaces de sobrevivir a mi hechizo. El hambre de sus pupilas se intensificaba cada vez más, albergando el deseo de verme desnuda por fin. La camisa de seda negra, el short que ocultaba mis bragas de encaje, el molesto sujetador que sostenía mis pechos. Una a una, poco a poco, lentamente, me despojaba de cada ropaje alimentándome de su expresión desesperada, como una pantera que acecha a su presa cuando caza.

Me causaba un gran orgullo divisar cómo sus ojos devoraban cada detalle de mi cuerpo, mientras me movía al son de la música que sonaba. El sudor caía de su frente y sus brazos se tensaban, luchando por liberarse de las ataduras que lo mantenían cautivo en aquella silla, como si quisiera poseerme y llevarme consigo lejos de aquella habitación bacía. Yo sonreía y seguía moviendo mis caderas, acariciando mis labios con los dedos y bajando mis manos para acoger mis pechos. Me acerqué a él con lentitud y al contemplar su expresión de impaciencia volví atrás, provocándole un gruñido. Lo veía salivar, como un cachorro que reacciona cuando le enseñan su comida.

Abrí mis piernas para él, ofreciéndome, peinando mi cabello con la mano derecha y dejando caer la otra pacientemente por mi cuello, siguiendo el contorno de mis pezones erectos y delineando mi vientre para al fin acabar estimulando mis líneas más sensibles, apartando la tela de mis bragas.

Él tragó y se contrajo con fuerza a la silla que frenaba sus impulsos. Estaba hambriento de mi tacto, del sabor de mis labios. Bajó la mirada viendo lo que mi mano laboraba y exhaló, abrió la boca, mirando de nuevo mis ojos y entonces mis jadeos de súplica anegaron el sonido de la música en sus oídos.

ㅡ Por favor.. hah, Enna me estás volviendo loco. ㅡ dijo dulcemente. Quería ser él quien moviera los dedos en mi interior, el que me hacía sollozar en aquel momento. Y en mí ensoñación así lo había hecho todas las noches hasta aquel día.

Al ver la excitación que se manifestaba en su pantalón mordí mi labio reprimiendo un gemido agudo, que salió sin remedio de mi boca. Cerré mis ojos para disfrutar del momento. Estaba satisfecha de mí misma, de lo poderosa que me sentía en aquella situación y de la sensación tan ardiente que le había causado. Abrí mis ojos para alimentarme del deseo de su mirada pero... 

En aquel momento, cuando conecté mis ojos con los de él algo cambió. Me di cuenta de que lo único que había en ellos era rabia, prácticamente ardían de ira y se volvían más oscuros, como si el miedo los hubiera inundado. En un instante su expresión se había transformado. Ya no me miraba a mí. Se había olvidado por completo de que estaba frente a él.

De pronto sentí como un escalofrío azotaba mi nuca y bajaba rápidamente por mi espalda. Un malestar sordo que se clavó en mi cuello y me dejó sin respiración durante un segundo. Sentí mi cuerpo congelado, paralizado por la premura de aquella ansiedad que de pronto reinó en mi cabeza. Hasta que pude girarme para saber qué era lo que él odiaba ver, tanto como para haberse olvidado de mi presencia, vi a través de la ventana la magna sombra de un hombre, una silueta negra que observaba imperturbable y con tal quietud que parecía que se riera. 

Y en un instante, el frío más aterrador que había sentido en mi vida se apoderó de mi cuerpo desnudo.

ㅡ ¡Desátame! ㅡ ordenó él duramente con una autoridad que jamás antes había usado conmigo. ㅡ ¡Desátame ahora! Coge tus cosas y vete de aquí. 

Todavía estaba confusa. Sentía que mis manos temblaban y aquella sensación se expandió por todo mi ser cuando finalmente conseguí levantarme del suelo para hacer lo que me pedía. Desaté sus manos con prisa, torpemente con los nervios deshechos, temiendo que aquella sombra que no dejaba de contemplar lograra penetrar aquí. No era solo el terror que cortaba mi respiración, era la impaciencia de aquella incertidumbre, la desesperación que se clavaba en mis huesos des de hacía meses y que en aquel momento apretaba con más fuerza. No podía comprender la situación, lo que estaba pasando y menos su extraño comportamiento.

Lo primero que hizo al ser desatado fue ponerme su chaqueta sobre los hombros apresuradamente, sin dejar que acabara de recoger mis cosas. Se puso delante de mí y prácticamente me sacó a empujones para que abandonara aquel garaje.

Me abrió la puerta de detrás y me dijo que volviera a casa con su bici sin esperarle. Traté de entenderlo, quise convencerle para que volviera fuera conmigo pero me lo exigió de nuevo. Me hizo prometerle que no dejaría de pedalear y que no le llamaría hasta el día siguiente. Sin siquiera mirarme, sin una sola explicación, sin consideración y con la más afilada de las frialdades cerró la puerta y me vi sola en mitad de la noche. Hice lo que me pidió, cogí su bicicleta y me alejé de su garaje sin perder tiempo, llorando sin saber por qué y dejé a Félix con aquel desconocido. 

PVERTΔS CEЯЯΛDΔS _Donde viven las historias. Descúbrelo ahora