[Artemis.]
Llevo como unos diez minutos observando como duerme pacíficamente, con la boca entreabierta y el pelo alborotado.
Me giro hacia la mesilla de noche, donde hay un despertador digital, el cual marca las seis de la mañana.No creo que pueda volver a conciliar el sueño así que sigilosamente salgo de la cama, y arropo a Leyre, y como no encuentro mis bóxer comino desnudo hacia la cocina para coger un vaso de agua.
Las siete de la mañana. He pasado una hora en el sillón en el cual me he encontrando de sorpresa un pequeño hurón blanco, que me ha sacado los dientes al invadir su espacio, pero al darse cuenta de que no era una amenaza ha vuelto a enroscarse nuevamente y seguir durmiendo. Decido fumarme un cigarro abriendo la pequeña ventana, ya que sigo desnudo y no quiero ser exhibicionista saliendo al balcón, aunque puede que a más de una mujer le diera una alegría, con semejantes vistas a estas horas de la mañana.
Cuando estoy apunto de terminar de fumar, escucho a Leyre gritar desgarradoramente, tanto que ha logrado ponerme la piel de gallina, y asustado salgo corriendo hacia su habitación, donde al llegar la encuentro moviéndose frenéticamente.
- ¡Para, por favor! He hecho todo lo que me has pedido, no me golpees...- Suplica, fuera de sí llorando. La sangre hierve en mis venas, espero que no sea lo que estoy pensando ahora mismo.
Mientras la sujeto por los hombros e intento sacarla de su estado de inconsciencia.
- Leyre, cariño, soy yo, despierta, estas bien, estas conmigo, soy Artemis. - Le ruego, zarandeándola un poco.
Hasta que de repente despierta, y abre de par en par sus ojos, empañados en lágrimas. Y al verme se deshace de mi agarre y salta de la cama rápidamente a refugiarse en una esquina de la habitación, está en shock.
- Michael, por favor, he sido obediente, no quiero hacerlo, estoy agotada, mañana prometo que te lo recompensaré... - Ahora entiendo su extraño comportamiento el día de la cena, me tenía miedo.
Despacio me acerco a ella, y con las manos en alto, le repito.
- Soy Artemis, solo estamos tú y yo, Leyre, mírame. -Y lo hace, se ve completamente aterrada, y desorientada, así que me acerco a ella y la coloco en mi regazo, ya sentados en el suelo la acuno en mi pecho, recitándole palabras tranquilizadoras, esperando a que se relaje. Supongo que se trata de recuerdos reflejados en pesadillas.
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En Tu Mirada ©
RomanceUna mujer, un hombre. Heridas, cicatrices... Un pasado difícil de dejar atrás Tanto para él, Como para ella Dos personas diferentes, pero con algo en común Las dos tienen el corazón roto Pero por diversa razón. ¿Encontrarán la forma de sanar las h...