21. "Lo prometido es deuda."

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"No eres fría,

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"No eres fría,

solo que no te enciendes

con cualquiera."

- Ron Lorent.-

[Artemis.]

Todavía no profeso su comportamiento de hace una horas, siempre tan recatada... me he llevado una gran sorpresa... y no solo yo.
No he parado de pensar en lo que podría estar haciendo, sola, tan excitada y candente.

La cena de negocios ha sido un verdadero infierno, durante ella, mi miembro ha estado totalmente duro... y lo sigue estando, mujer libidinosa, va hacer que pierda la cabeza.

Suerte que acudió a la cita mi mano derecha y mejor amigo, Caleb, quien se ha ocupado de tomar todas las decisiones importantes.
¿Y que estaba planeando yo entretanto?
Mil maneras de hacer pagar por su desfachatez a esa pequeña Ρόζα descarada.

Y aún continúan pasando por mi mente, al estacionar frente a su hogar, para ser exactos a las 3:00 de la madrugada, pienso mientras observo mi reloj de muñeca.
Lo prometido es deuda.

Al acceder al bloque, me encuentro con el joven portero del edificio, el cual me examina de arriba a bajo, probablemente preguntándose que quién soy yo. Así que me presento como un amigo cercano de Leyre.
Tras recordar mi cara y echarme una mirada extraña, procedo a entrar en el ascensor.

Esto es una locura, lo se, pero no aguanto más las ganas que tengo de su boca, de sus labios... y de su piel, así pues sin pensarlo dos veces pulso el timbre... un par de veces.

Hasta que se abre la puerta, y aparece Ella, con un pijama que no se lo pondrían ni mis sobrinos, totalmente infantil y anti morbo, pero tiene las piernas descubiertas... tan suaves... se me está haciendo la boca agua, imaginando que posiblemente en unos minutos, esas piernas esten rodeando mis caderas, mientras empujo dentro de ella.

Y poco a poco, voy subiendo mi mirada hasta alcanzar su soñolienta cara, hasta darme cuenta de que me esta mirando con los ojos como platos, y tiene el rostro de mil tonos de rojo.
Pero sus ojos gritan lo mismo que los míos... Deseo, anhelo y ansias.

- ¿Qué haces aquí, Artemis? - Pregunta mirando hacía otro lado, e intentando cubrirse sus pequeños pezones que han empezado a marcarse a través de la fina tela del pijama.

- Como si no lo supieras ya, vengo a cobrarme lo que me debes. - Le susurro mientras la cojo de su pequeña cintura, que al tacto se ha erizado, Ella está tan soñolienta y sorprendida con los pequeños toques que le brindo que no se da cuenta de que nos he llevado a los dos a dentro de su departamento, y he cerrado la puerta.

- No recuerdo muy bien que hablé contigo por teléfono, había bebido bastante, seguro que no era consciente de lo que hacía y decía. - Pero al terminar de hablar, brota su típica risa nerviosa, y ella misma se delata, se esta empezando a poner nerviosa.

- Estas mintiendo. -. Para probarlo la coloco frente al espejo situado en la entrada, me coloco tras ella, y empiezo a susurrarle al oído, mientras nuestros cuerpos están cerca, muy cerca. - Mírate, Leyre, tu piel a cogido un tono rojizo, debido a los nervios, y por supuesto al calor. ¿Sabes por qué se que mientes? -

Y ella negando con la cabeza, responde.

Suspiro. - Lo se, por tu mirada, tus ojos se encuentran dilatados... y tus pezones duros como un par de  pequeños cantos. - Y se lo demuestro sujetándole suavemente sus pequeños montículos, con mis palmas. - Tu piel está erizada. - Y al pronunciar la última sílaba, muerdo suavemente su lóbulo.

Al llegar este punto, le muestro cuán excitado estoy, y me pego lo más posible a ella, para que ella misma lo sienta, y así es, porque la escucho exhalar aire, y tras eso, gemir.. Está temblando, debido a la excitación.

Sus ojos lo reflejan todo, no aparta su mirada de la mía, expresan expectación, ardor y lujuria, lo he conseguido.

- ¿A qué esperas para besarme, Artemis? - Pregunta seductora, y pegando totalmente su trasero a mi bulto.

Nada, lo que tardo en darle la vuelta, y atacar sus labios, húmedos y complacientes que me asaltan con la misma ímpetu. Nuestras manos se encuentran en todas partes, pero aún así no es suficiente, así que levanto su camisa y toco su piel, tan tersa y suave... No soporto la presión que siento en mis pantalones, la necesito.

Y de un impulso hago que sus largas piernas rodeen mis caderas, Ella me imita y agarrando entre sus pequeñas manos el borde de mi camisa, me la saca por la cabeza, es un pequeño instante, en el cual nos analizamos, con deseo, con ganas de convertirnos en uno. Por eso acelerados nosotros y nuestras respiraciones, nos quitamos la ropa... dolorosamente lento observo como se despoja, despacio de la parte de arriba de su pijama, dejando a mi vista, hambrienta, sus perfectas tetas.

Mi turno, bajo su atenta mirada, y sin apartar mis pupilas de las suyas, desabrocho el cinturón, y de paso el botón de mis pantalones, y los dejo caer al suelo. Quedándome solo en unos bóxer blancos, sin pudor alguno, disfrutando de como inconscientemente, Ella se relame los labios.

Es su turno de quitarse la última pieza de su pijama, y así estaremos en las mismas condiciones, pero lejos de hacer eso, se acerca como una gacela, acechando, salvaje y segura. Levanto mis manos para tocarla, pero me dice que no, y me lleva las manos a la espalda.

Me tiene cautivado, empieza colocando la palma de sus manos en mis hombros, con tan solo su toque, me siento en otro mundo, prosigue acercando su boca a mi cuello, dando pequeños besos, y lamidas, por aquí y por allá, mis manos empiezan a temblar no se cuanto podré aguantar sin tocarla, y poco a poco va bajando por mi torso repartiendo mordidas, y tras estas, pequeños roces con su húmeda lengua, está acabando con mi cordura.

Tan metido en mis pensamientos, que no he notado como ha alcanzado el borde de mis bóxer y deja un beso a través de la tela, en mi miembro duro, antes de bajármelos por completo... no puedo evitar poner los ojos en blanco, al sentir tal placer, su boca al rededor de mí, ciñéndose, haciendo la presión justa, para alzarme a las nubes, mientras su mano abarca el tronco de mi miembro, no puedo apartar mis ojos de ella, tan seductora, aprovecha para sacarlo de nuevo de su cavidad bucal, para lentamente, pasar toda su lengua por él, hasta llegar al glande, al cual le dedica un poco más de tiempo, hasta que vuelvo a hundirme en ese trocito de cielo, hecho exclusivamente para mí.

Por mucho que lo esté disfrutando no aguanto ni un segundo más sin hundirme en ella, y suavemente la aparto de mí, y la alzo en mis brazos, para fundirnos en un beso ardiente...

En Tu Mirada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora