9. Seguir las reglas

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Borja

Me siento vacío. Sigo afilando un cuchillo, mientras estoy sentado en una de las sillas de mi carpa. Mi lugar es solitario y silencioso. Dejo de mover el afilador cuando me viene a la mente las palabras de Dante.

«Y pienso que el que no sabe es usted».

Clavo el cuchillo en la mesa ¿Cuántas lunas han pasado ya? Oígo como los lobos jóvenes están bailando fuera en el ritual de emparejamiento. Es una fiesta que se hace para ver si tienes afinidad con algún otro lobo, encuentras a tu Lazo o en el mejor de los casos, festejan la unión de emparejamiento de la fiesta anterior. Creo que hoy es la de Lily y Marcoy, estaban muy acaramelados últimamente. Como alfa les tengo que recitar algunas palabras al final de la noche. Aunque ni ganas tengo. Las palabras de Dante me afectaron demasiado. Ya no soy un adolescente ¿Y qué si no tengo compañera? No necesito eso. Tengo ganas de romperle la cara a ese infeliz por recordármelo cada vez que puede.

Quizás deba cortarle esa lengua que tiene y se quede callado.

—¡Borja! —Entra Lennard de repente y tironea de una soga a la delirante de Ra.

—La fiesta no es aquí, Lennard —le aclaro por si las dudas.

—¡Me mandaron a buscarte para que le des la bendición a Marcoy y a Lily! —Alza la cabeza.

—Sí, ya voy —Agarro un vaso de vino que tengo en la mesa, tomo un sorbo, luego lo vuelvo a apoyar allí.

—Estas celebraciones me traen tantos recuerdos —expresa muy feliz —. Me acuerdo que Mirra usaba un vestido muy bonito ese día, estaba hermosa, y el anterior alfa nos bendijo. Hubiera sido doblemente genial si en ese momento tú hubieras sido el alfa.

Me río.

—Eso fue hace años.

—Cierto, ya estamos viejos —Hace una mueca graciosa.

—Tienes veinticinco, no es para tanto.

—¡Sigo siendo el menor! —Alza el brazo —¡Gané!

Sonrío.

—Por dos años nada más —Hago una pausa —Oye Lennard... ¿Qué se siente... digo ¿Es lo mismo tener una pareja a estar con tu otra mitad? —Me lo pienso —Mejor no me digas —Me levanto de mi asiento rápido al retractarme —. Tengo que ir a bendecir a los tórtolos.

—No es lo mismo —me contesta de todas formas —te sientes completo y sabes que esa persona estará contigo para toda la eternidad —Apoya la mano dónde está su corazón y cierra los ojos —. Yo aún siento a Mirra aquí —Los abre —y duele —Suspira.

—Por eso te dije que debías cortar el lazo apenas murió, pero no me hiciste caso —dictamino severo.

—Eso es antinatural y horrible —Se enfada —. Mirra es mi todo, no puedo cortarlo así como así.

Bufo.

—Lo siento, no lo entiendo, quizás realmente no sé sobre esto como dice Dante.

Sonríe.

—No le creas a ese estúpido, yo sé que tu alma gemela está en alguna parte, estoy seguro, la luna elegirá cuando se encontrarán.

—Creo que la luna ya se olvidó de mí, no hay lobos de mi edad que no tengan pareja o hayan tenido una compañera, pero la perdieron por la guerra u otra razón. Parezco defectuoso, por eso se burlan de mí y por esa razón algunos creen que no merezco ser el alfa.

Apoya la mano en mi hombro.

—Has demostrado muchas veces que mereces este puesto, nadie puede ganarte Borja. Los que se opongan, no deberían pertenecer a la manada, porque eso sería no seguir las reglas de esta —Alza un dedo —. Y hablando de reglas, mira, Ra está callada —Se acerca hacia mi oído —. Aunque creo que es porque sigue delirando con el fantasma de una mujer.

—¿Y la ataste por eso? —Alzo una ceja.

—¡Es que se me pierde, está en el mundo del hipnotismo! —Se aleja para gritar.

—Tengo la solución para eso —Agarro el vaso de la mesa y le tiro en líquido en la cara, la rubia chilla.

—¡Oye! —se queja —¡¿Qué te pasa?! —dice enfadada.

Me pongo serio.

—Escúchame bien, en unos días me iré del campamento, debo liderar una batalla para recuperar territorio que nos quitaron los vampiros, más te vale que no hagas ninguna estupidez, quizás sea tiempo que demuestres tu valía aquí, si quieres ganar mi confianza.

La chica me mira de mala manera.

—¿Y qué te hace pensar que quiero pertenecer a esta manada?

—Te desharías de esa correa, y dejarías de ser una mascota, pero si quieres ser tratada como un animal para siempre, Lennard no tiene problema —Miro a mi amigo —¿o no Lennard?

—¡Yo la cuidaré para siempre! —grita el castaño feliz y ella lo mira de mala manera, luego a mí.

—Trato —dice molesta.

—Ya veremos —le aclaro y veo como se enfurece más, pero eso no me hará cambiar de opinión, mejor que aprenda su lugar. Acá hay reglas y hay que respetarlas, seas de la manada o no.

Almas Perdidas #8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora