53. Oído y olfato de lobo

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Ragnak

Comienzo a despertarme, todavía no abro los ojos, respiro en profundidad, como que me siento calentito. Un segundo, me están aplastando, forcejeo y me quejo, así que abro los ojos al darme cuenta.

—¡Lennard, quítame la pierna de encima! —grito.

—Mm —dice dormido y me abraza —un ratito más.

—¡Que ratito ni que nada, me estás aplastando!

—Ra, suavecita —Me apretuja.

—Me... me asfixias...

Si sabía que iba a morir así, preferiría fallecer en batalla.

¡Con honor!

Se oye una discusión afuera y Lennard se refriega el ojo, para luego abrir un poco ambos, alza la cabeza prestando atención.

¡¿Afuera sí escucha?! ¡Chusma!

—¿Me estabas ignorando? —me quejo y él me sonríe.

—Buen día, Ra —Toca mi mejilla y acto seguido me besa.

Le pego en la mano.

—No me andes besando tan temprano, idiota.

Se ríe.

—Ra, tímida, solo te estoy saludando.

—¿Para qué? —Alzo una ceja —¡Acabamos de dormir juntos, no es necesario!

—Sh —Presta atención al sonido —. Creo que es Borja.

—¿Qué? Yo no escucho nada.

Se ríe.

—Perdón, mi oído de lobo —Se levanta de la cama y se dirige a la puerta —¡Voy a revisar!

—¡Espera! —Me inclino para pararme también y cuando recuerdo que no tengo ropa debajo de la manta, me detengo.

—¿Qué pasa? —Se gira a mirarme.

Me sonrojo.

—No andes desnudo por ahí.

Se ríe.

—Solo voy a espiar por la cortina.

—¡Igual, no estés desnudo!

—No tengas vergüenza, Ra —Alza las manos —¡Ya nos acostamos, esto va a ser muy normal entre nosotros!

—¡Me importa una mierda, vestite!

—Dame una buena razón —Apoya las manos en su cintura —y lo hago.

—Pues... pues... —Piensa, piensa —aún no me acostumbro, tenme un poco de consideración —Apelemos a su amabilidad.

—Cierto, Ra es refinada, tengo que tener paciencia contigo —Se agarra la barbilla pensativo y luego me sonríe —. Tienes razón, me disculpo —Camina a agarrar sus prendas para vestirse.

—Hay un problema —Bufo —¿Y mi ropa? Solo tengo la del emparejamiento en tu carpa.

—¡Verdad, no lo pensamos! —Se da cuenta y después vuelve a sonreír —Pero tú puedes quedarte ahí hoy, así descansas ¿No te duele el cuello o algo? —Lo señala.

—Quedarse en la cama es improductivo y todavía más si estoy desnudo.

Se ríe.

—Pero no voy a atacarte —Se lo piensa —¿O sí? Aunque en realidad sí sería productivo, porque así haríamos bebés.

Almas Perdidas #8Donde viven las historias. Descúbrelo ahora